¿QUIÉN ERES BONICO QUE POR LA CARA NO TE SACO?
JOSÉ MARÍA YEVES O EL VENENO DEL TEATRO
Autor: Ignacio Latorre Zacarés
Hablar de teatro en Venta del Moro es hablar de D. José María Yeves Descalzo o el "Tío José María", que lo mismo viene a ser. Ya son 66 años (desde 1936) los que con alguna interrupción viene ejerciendo como director del grupo teatral venturreño. Gracias a su altruista labor se ha logrado mantener en Venta del Moro casi ininterrumpidamente la actividad teatral, desde que el 10 de diciembre de 1914 se inaugurara el "Gran Teatro". Fruto de esta intensa dedicación a su pueblo y al teatro recibió un merecido homenaje el 2 de diciembre de 1995 y ,a propuesta de los propios artistas, se acordó la denominación de "Grupo de Teatro José María Yeves". A pesar de su edad (86 años) y a que gran parte de su tiempo lo tiene que dedicar al cuidado de su mujer, Gregoria Nohalés, José María continua en la brecha y sigue dirigiendo al grupo de artistas venturreños que dramatizan las obras bajo sus sabios consejos.
Sin cita previa, sabedores de la accesibilidad de nuestro entrevistado, nos presentamos en su casa, que se abre de par en par para recordar sintéticamente su biografía. "Nací el 4 de enero de 1916 en la parte baja del pueblo, concretamente en la calle Huertos". Así y con mucha modestia empieza a ofrecernos retazos de su vida. En sus recuerdos están presentes su padre, el albañil José María, su madre Clotilde y sus otros tres hermanos Feliciano Antonio, Clotilde y María.
De su infancia recuerda muy gratamente su estancia en la escuela de D. Victorio Montes que se encontraba en la calle Sindicato. Concretamente desde los 6 hasta los 13 años discurrió su vida escolar. "A la escuela masculina acudíamos unos 40 niños y estábamos todos juntos en la misma clase, a pesar de que las edades iban de 6 hasta 13 años. Los mayores daban la lección a los más pequeños. Las chicas acudían a la escuela de Dª Salvadora. Lo único para leer que tenía el colegio era El Quijote y una enciclopedia escolar".
Pero su contacto con el maestro fue sin duda de lo más gratificante, dado que fue el propio D. Victorio Montes quien le inculcó su amor por el teatro y una verdadera pasión por la lectura. "D. Victorio tenía un cajón lleno de novelas, obras de teatro y cómics en su casa. Yo iba a su casa como si fuera la mía y cogía todos los libros que me apetecía. Tenía una verdadera pasión por leer. Aunque trabajaba de sol a sol, esperaba la hora de cenar simplemente para ir a la cama y pasarme las horas leyendo. Incluso estuve dos noches enteras leyendo sin parar hasta que se hizo la hora de trabajar". Efectivamente, muchas de sus lecturas fueron piezas teatrales y fue afectado por el famoso "veneno del teatro".
A los 13 años, en 1929, deja la escuela y emigra a Valencia para trabajar como aprendiz de pintor. Sin embargo, casi el mismo año tuvo que volver a Venta del Moro ya que su padre requería su ayuda por falta de mano de obra. Por entonces, los peones preferían trabajar en el ferrocarril del Utiel-Baeza donde se ganaba 50 céntimos de pta. (no de euros) más que en la construcción. Así empieza a trabajar como peón de albañil a 4 ptas. por día, discurriendo toda su vida laboral en este sector. De aquella época, anterior a la guerra civil de 1936, recuerda los viajes con su padre de aldea a aldea, trabajando y quedándose a dormir allí donde les pillara la faena. Eran tiempos agitados: "Me acuerdo perfectamente de las huelgas de los obreros que trabajaban en el ferrocarril Utiel-Baeza. Habían portugueses, gallegos, venturreños, etc. En una huelga las mujeres pedían la cabeza del alcalde de la época: el "Tío Robertillo" (Roberto Haya) de las Casas del Rey. El alcalde no salía de su asombro y se preguntaba: ¿Pero por qué piden mi cabeza?. La verdad es que el muy poco podía hacer en el conflicto".
En 1935 recuerda como la Guardia Civil les impidió cantar los mayos a la puerta de la iglesia y tuvieron que cantar en la esquina de la propia plaza de la iglesia. Pero también se acuerda cuando le cantaba los mayos a su novia y adornaba con una enramada toda la puerta de su casa, impidiendo incluso que la amada pudiera salir de casa. O las procesiones del Corpus con todos los balcones y calles engalanadas.
Los recuerdos se agolpan como los de aquellas tardes de domingo: "Recibía 1 pta. para pasar el domingo. El café me costaba 15 céntimos, 25 el baile y 15 céntimos ver el cine en el gallinero. Aún me sobraba dinero". Y nos describe además unas fiestas del Loreto diferentes a las actuales: "Las fiestas empezaban el día de la hoguera y duraban sólo tres días. Se celebraban bailes, cine, teatro y partidos de fútbol. ¡Qué gran afición existía por el fútbol!". Bueno, hay cosas que no han cambiado tanto.
Es en 1936 cuando el "Tío José María" interviene por primera vez como director del grupo teatral venturreño con la obra "El Madrigal de la Cumbre", contando con un gran elenco de artistas como Pilar Pérez, Nati García, Pilar Olmo, Loreto Cárcel, Feliciano Yeves, Gonzalo Cárcel, Aurelio Cárcel "Areli", etc. Desde entonces ha estado vinculado estrechamente con la actividad teatral venturreña. Una vez pagados los gastos de representación, que incluían decorados traídos expresamente de Valencia, quedaron en caja 3 pesetas, con lo que compraron caramelos para las artistas. Por aquella época también acudían al pueblo famosas compañías de revistas con obras como "La cuesta de las mujeres", "Las castigadoras" o "Las musas latinas".
Evidentemente, la guerra civil (1936-1939) supuso el parón de cualquier tipo de actividad cultural venturreña. A José María le pilla con 21 años y tuvo que pasar tres años en el ejército republicano en varios frentes (El Pardo, Hoyo de Manzanares, Tielmes de Tajuña). Sin embargo no se queja, ya que le tocó en suerte la Sección de Transmisiones y de Palomas Mensajeras ("sólo había una jaula y no llegué a ver una paloma en toda la guerra").
El fin de la guerra le coge en Tielmes de Tajuña. Tras un tortuoso viaje en tren de Tarancón a Toledo y la estancia en dos campos de concentración, por fin emprende el camino hacia el pueblo en un segundo tren. Tuvo incluso que vender una camiseta nueva por 3 ptas. para comprar un talego de chuscos de pan negro. Otros venturreños habían optado por volver al pueblo a pie desde Madrid, Toledo, etc.
Por fin llega al pueblo, pero era ya un Venta del Moro muy diferente: "Fue muy triste todo aquello. Compañeros muertos, otros en prisión y todos muertos de hambre. Una pieza de pan valía más de lo que se podía ganar en un día. Incluso dos veces tuve que recurrir al estraperlo. Una vez traje un saco de trigo de 70-80 kilos desde Vadocañas y otra desde El Herrumblar para moler en Venta del Moro. La segunda vez llegué completamente agotado y juré a mi mujer no volverlo a hacer más".
Pero en épocas de penuria, todos consiguen sacar ánimo de donde no lo hay y se realizan bajo su dirección varias obras entre 1939 y 1940 como "En un lugar de La Mancha" de Pablo Perellada o "Madre Alegría" y "Mama Inés" de Suárez de Deza, con la colaboración de muchos artistas como Loretín Cabanes, Esperanza Haya, Adela Moya...
Pero si tres años de guerra fueron pocos, además tuvo que hacer 3 años y un mes más de mili en Ceuta y Tetuán. De estos años le vino su devoción por la Virgen de África que transmitiría al nombre de su hija y nieta.
Tras la mili y ya en el pueblo, su vida transcurre entre su oficio de albañil y su continua actividad altruista en muchos frentes venturreños como director teatral, mayordomo de la Virgen de Loreto o cantor de mayos. En el teatro siempre ha tenido una abierta preferencia por los autores de la primera mitad del siglo XX: hermanos Álvarez-Quintero, Arniches, Paso, Miura, etc. Pero entre todos ellos destaca a su querido Alejandro Casona, del que ha dirigido varias obras como "Los árboles mueren de pie", "La dama del alba" y "La barca sin pescador".
Pasan los años, pero su pasión por el teatro no decrece. Así continúa acudiendo a todos los ensayos que puede y se ilusiona con el futuro: "Tengo ya preparada la próxima obra. Hemos conseguido un grupo de actores muy solventes y estoy seguro de que lo van a hacer muy bien". Todo eso a pesar de una permanente queja: "Si yo ya no puedo". D. José María Yeves Descalzo, un hombre de los que hacen pueblo.
Venta del Moro, 16 de junio de 2002.
Lebrillo 17