¿QUIÉN ERES BONICO QUE POR LA CARA NO TE SACO?

DOROTEO OLMO, EL HERBOLARIO

Autor: Ignacio Latorre Zacarés

Doroteo Olmo Descalzo ya ha cumplido los 87 años y sigue conservando una merecida fama entre los vecinos sobre su conocimiento de las hierbas medicinales. Charlamos con Doroteo y le hacemos saber la fama que acarrea, a lo que él con modestia responde: "Eso se lo habrán dicho a Ud. otros, porque yo no lo digo". Cierto es que no lo dice, pero todos sabemos que su casa está llena de plantas y hierbas que están esperando ser utilizadas para aliviar los males del propio Doroteo o del vecino que acuda buscando su consejo y ayuda.

¿De dónde proviene su conocimiento sobre las hierbas? Se lo preguntamos y él, mientras se coloca bien la bufanda y deja reposar su bastón en un pilar, se remonta a su infancia: "Mi madre ya me enviaba a por hierba borreguera para curar catarros". Si le hablamos de la medicina convencional que habitualmente utilizamos, en seguida aparece un gesto de desconfianza. "Hace ya treinta años tuve una artritis terrible de la que casi me muero. Me daban medicinas, pero no me curaban nada. Decidí irme a unos baños de sal que existían en Contreras y allí me repuse totalmente". Desde entonces, Doroteo prefiere recurrir a los recursos naturales de la tierra antes que a los preparados farmacéuticos, aunque tampoco los rechace absolutamente. Doroteo se cura sus actuales dolencias, típicas de la edad, con cuatro de sus hierbas preferidas. También relata como hace diez años le diagnosticaron una severa bronquitis crónica: "Me dieron un papelón con muchos medicamentos. Yo los tomaba y cada vez iba a peor. El médico me cambiaba la medicación, pero...¡como la Carabina de Ambrosio, ni pum!. Al final, viendo que empeoraba por días me tire al monte a por hierba borreguera. Enseguida mejoré y aún la tomo". Dice que se ha llevado bien con los médicos, pero que se reían con complicidad cuando éstos veían como llegaba a su casa con unas hierbas del monte.

Doroteo es todo un autodidacta, como demuestra que a pesar de haber ido un sólo día a la escuela ("Había que pagar una perrilla al maestro y fui un solo día que no se podía ir a trabajar porque llovía"), después en la aldea donde nació (Casas del Rey) llegó a dar clases a los chavales. Le preguntamos como aprendió y con su sonrisa nos dice que "directamente de los libros, poniéndose mucho tiempo delante de ellos".

Doroteo vive sólo, ya que su vida ha pasado por trances amargos: "Perdí a mi primera esposa y al niño que llevaba en un parto. Me casé por segunda vez con una mujer de Pedriches, donde estuve viviendo 26 años. Pero también murió, al igual que dos hijos de 29 y 31 años". La sonrisa se nos hiela, aunque Doroteo relata todo esto con una gran tranquilidad y como si la historia no fuera con él.

Nos habla sobre Pedriches y nos dice que allí "vivíamos unas 6 familias. No había ni tiendas, ni bares, ni maestro, ni luz, ni iglesia, ni santo. El agua la tomábamos de dos pozos. Se cultivaba de todo: huertas, cereales, viña y también teníamos ganado. Además, yo también vendía conejos".

Tras su estancia en Casas del Rey y en Pedriches, Doroteo se vino a la Venta donde aún reside. Sus amigos de jubilación vienen a buscarle y él con su gran bonhomía se despide de nosotros con la frase "Tenga salud y felicidad y aquí estoy para lo que quieran". Por muchos años Doroteo.

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

Lebrillo 16