¿QUIÉN ERES BONICO QUE POR LA CARA NO TE SACO?

CLOTILDE PIQUERAS O LA MEMORIA DEL ESTRAPERLO

Autor: Ignacio Latorre Zacarés

En un atardecer de enero nos acercamos a Casas de Pradas, concretamente a la casa de José García y Sabina, con la intención de hablar con Clotilde Piqueras Pérez. Enrique, nieto de Clotilde, nos había advertido previamente que su abuela, a pesar de sus 88 años, conservaba una excelente memoria y que tenía muy marcados los recuerdos de posguerra y, especialmente, el trajín que supuso el negocio familiar del "estraperlo". A pesar de que interrumpimos la partida de naipes en que están enfrascados José, Sabina y varias casapreñas, somos invitados amablemente a entrar en casa y enseguida se entabla el diálogo con Clotilde que se encuentra presta a hablar con el desconocido curioso.
Clotilde nació en 1.915 en Casas de Cuadra (aldea requenense cercana a Los Isidros), hija de Cándido Piqueras (también de las Casas de Cuadra) y Julieta Pérez (de Los Duques), en el seno de una familia muy humilde. Nos relata a grandes trazos una infancia marcada por la penuria y escasez, como es lamentablemente habitual en la historia de muchas de nuestras gentes mayores de la comarca. "Eramos 11 hermanos y yo ni siquiera fui a la escuela, pues ya de pequeña tuve que encargarme de criar corderos. Mi padre ya hacía bastante ganándose la vida como barbero, tendero, músico, matador de gorrinos y lo que se terciara. Además, en Casas de Cuadra, sólo había colegio para muchachos, no para muchachas".
No es difícil imaginarse la vida de una niña de familia humilde y numerosa a principios de siglo XX en una pequeña y pobre aldea de secano: "Para lavar teníamos que ir hasta la rambla del Boquerón o a la Casa Sancho. En las Casas de Cuadras no había ni lavadero, ni siquiera Iglesia. Así que me bauticé en las Casas de Pradas". Casualidades de la vida, Clotilde se bautizaba en el mismo sitio donde iba a vivir posteriormente el resto de su vida.
Porque así fue, el destino hizo que en los bañes que se organizaban en Las Monjas conociera a Ángel García, mozo de Casas de Pradas, con el que se casaría en 1.940 tras la Guerra Civil. Ángel era jornalero agrícola, aunque antes de la Guerra estuvo trabajando en las obras del Ferrocarril Utiel-Baeza; esa gran obra no concluida que tanta prosperidad trajo durante unos años a muchas familias del término venturreño. En el Utiel-Baeza se ganaba más que trabajando en el campo, pero la labor era muy dura como recuerda Clotilde: "Ángel se encargaba de sacar con los machos las vagonetas llenas de tierra que se descarrilaban con mucha frecuencia".
Así pues, en 1.940 Clotilde ya vivía en Casas de Pradas tras realizar la boda en la propia aldea. Como la época no daba para más, su luna de miel consistió en coger el autobús de línea en Los Isidros y pasar en Valencia 6 días. Si la vida ya había sido dura en las Casas de Cuadras, tampoco era muy feliz la estampa de las Casas de Pradas una vez paradas las obras del ferrocarril Utiel-Baeza y tras la infausta Guerra Civil: "Aquello era muy triste. Mucha gente, muy pocos jornales, muy poca comida y mucha hambre". Es ahora cuando Clotilde comienza a hablar sin reservas de lo que les dio de comer durante los años de posguerra y de famélica autarquía española: el estraperlo. El "estraperlo" es definido en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como el "comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa". Pero para Clotilde lo ilegal no era comerciar con el grano, sino no tener con que alimentar a tus hijos. Por tanto, sin un ápice de remordimiento, nos describe como fue esa etapa en la que su marido junto con algún hermano ayudaron al sostenimiento de sus familias gracias al trasiego con el cereal.
Ángel y su hermano Justo se dedicaron entre 1.940 y 1.950 a transportar con continuidad cereal desde los pueblos manchegos más cercanos al molino de Caudete de las Fuentes. El cereal, tras la Guerra Civil, fue el producto más intervenido por el Estado y su comercio estaba rígidamente controlado por el Servicio Nacional del Trigo que exigía las guías de circulación del producto. Además, los propios productores de cereal estaban obligados a vender un cupo de trigo a precio de tasa para poder abastecer a las ciudades, aunque, muchas veces, los propios campesinos no tenían ni el suficiente grano para abastecer a su familia. No obstante, el hambre aguza el ingenio y muchas personas se las ingeniaron para poder adquirir y moler trigo y cebada a espaldas de la ley. El estraperlo en la comarca se basaba en comprar el grano más barato en pueblos cerealistas próximos de las provincias de Cuenca y Albacete, transportar el cereal por la noche y llevarlo a un molino de la comarca, donde se molía y posteriormente era vendido a un precio mayor o bien se utilizaba para el autoconsumo. Muchos estraperlistas no lo hacían por negocio, ni comerciaban con el cereal, sino que simplemente lo hacían para alimentar a su propia familia, ya que con el jornal no ganaban ni para comprar un pan que estaba a un precio abusivo. "En la comarca casi no había cereal. El pan se llegó a vender a 18 pesetas el kilo, es decir, lo que en la época eran por lo menos dos días de trabajo. Así que Ángel con su hermano Justo iban a por él a Cenizate, Villamalea, Villagarcía de Tarazona y otros pueblos de la Mancha. Acudían desde finales de agosto a noviembre y algunos días más en invierno. Compraban el trigo o la cebada en la propia era y la cargaban en el carro al atardecer. Ya de noche, lo transportaban por los caminos hasta Casas de Pradas".
La ruta de Ángel entraba en el término venturreño por el puente de Vadocañas o por el de Tamayo, según desde donde viniera la carga; de aquí, se dirigían a la finca de la Casilla de Moya y, antes de amanecer, el chirrido de las ruedas del carro sobre las piedras del camino anunciaba a Clotilde que habían llegado a las Casas de Pradas. Por el día se ocultaba la carga en la propia casa y, a la noche siguiente, se dirigían por Los Marcos hasta el molino de Caudete de las Fuentes, donde su dueño les ofrecía siempre un buen trato. Otros vecinos de Casas del Rey, Casas de Moya o Venta del Moro hacían la ruta que por Vadocañas se dirigía a la Fuente de la Oliva, el Barranco de los Ladrones, el Collado de la Horca y, de allí, a la Fábrica de Harinas de Venta del Moro. Incluso, un casarreño transportaba el saco de 70-80 kilos a la espalda durante toda la ruta. Todo se hacía en la mayoría de casos por mera supervivencia, ya que nadie se hizo rico con el estraperlo.
Las penalidades no eran pocas: "Muchas veces el agua se había llevado el puente de tablas de Tamayo y se tenía que pasar primero la carga a la espaldas, para después pasar el macho". Esto no sólo pasaba en el río, sino que cuando había cuestas empinadas, el macho no podía con los 800 o 1.000 kilos habituales de la carga y había que subir la mercancía en dos veces, con el esfuerzo que supone cargar y descargar todos los sacos por dos veces. Pero, estas penalidades, con ser duras, no eran las peores: "El gran temor era la Guardia Civil o los maquis. Cuando se avistaba una pareja de la Guardia Civil se ocultaba la carga en las cunetas y se pasaba con el carro vacío, para después retornar a por la carga. La Guardia Civil en aquel entonces solía ir a pie y el tricornio reflejaba desde lejos si era de día. Otras veces, avisaban de que la pareja estaba cerca. El día más seguro para ir por los caminos siempre era el 12 de octubre, cuando los guardias estaban en su fiesta". No obstante, no tuvieron muchos problemas, ya que gozaban de ciertas complicidades familiares en el cuerpo policial y muchas veces se hacía la vista gorda: "Algunas veces se escondían la propia pareja de la Guardia Civil para dejar pasar el carro y no tener que denunciar". Pero esto tampoco ocurría siempre, pues dos veces fueron aprehendidos y se quedaron con la mitad de la carga: "y la mitad de la carga en aquellos tiempos era mucho dinero". Con los maquis casi no tuvieron problemas, pues cada uno iba a su negocio, pero siempre los estraperlistas temían un posible asalto de la carga. A pesar de todo, apostilla el hijo de Clotilde, José, "el estraperlo era duro y arriesgado, pero se ganaba más que trabajando en el campo".
Con el grano molido se vendía a un precio mayor u otras veces se elaboraba pan que vendían a escondidas en las Casas de Pradas, Los Duques, Requena, etc. También como Clotilde disponía de aceite, a veces acudían a Pedriches por la noche donde lo intercambiaban por cereal con gente de Camporrobles.
El hermano de Ángel, Justo, casi al final de los años de estraperlo, llegó a comprarse un camión para transportar el trigo. Pero todo este trajín duró hasta 1.950, cuando se mitigó la escasez de cereal y se liberalizó su comercio, bajando el precio del trigo y el pan, con lo que el estraperlo dejó de ser rentable. "Desde entonces, mi marido se dedicó sólo a sus tierras". Era unas Casas de Pradas donde muchas familias vivían diseminadas en casas al lado de unas huertas muy cuidadas y donde el Molino del Tío Aniceto, que funcionó hasta 1.953, aún molía cebada aprovechando las aguas de la Albosa y la Bullana.
Actualmente Clotilde, ya fallecido su marido y sus diez hermanos, vive en casa de sus hijos, José García "Piqueras" en Casas de Pradas y Angelita en Bétera, intentando dejar en el baúl de los recuerdos aquella época de incertidumbre, penuria y continuos sobresaltos.

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

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