Memorias de un noventón
El puesto de la guardia civil en Venta del Moro
y el cabo Ricardo Terol
© Feliciano A. Yeves Descalzo
El puesto de la Guardia Civil se instaló en Venta del Moro a mediados del año 1916 y empezó a funcionar en un cuartelillo provisional que se adecuó en el edificio de "La Colonia", finca propiedad de doña Celia Noguerol, residente en Madrid y casada con un ilustre médico llamado Alberto Montaud, de nacionalidad francesa, por lo que al edificio o casona de doña Celia se le llamó siempre "Colonia de los Franceses". La heredaron sus tres hijos: Gustavo, Alberto y Raúl. Los dos primeros militares y el último psiquiatra, pues también doña Celia era hermana del general D. Gustavo Noguerol.
La adecuación del primer puesto o comandancia de la Guardia Civil en el citado lugar costó la, entonces importante, suma de 3.371 pesetas (20 euros). Recuerdo perfectamente a algunos condiscípulos, hijos de guardias civiles, que durante los años veinte vinieron conmigo a la escuela de don Victorio Montes. Y recuerdo también haber visitado con mi padre aquel cuartel provisional, en el que tuvo que arreglar ciertos desperfectos de albañilería. Y conocí a mis cinco años los primeros guardias civiles y a las primeras "civileras", que era así como popularmente se llamaba a las esposas de los guardias.
Cuando todo eso sucedía, creo recordar los nombres de dos de los guardias: Manuel Miralies y Clodoaldo Ochando; y nunca llegué a conocer al cabo o comandante del puesto, Ricardo Terol, aunque sí a sus hijos Luis y Ricardo.
El guardia Miralies no creo tuviera familia; o solamente estaba casado y sin hijos, o soltero. Pero sí recuerdo perfectamente a dos de los hijos de Clodoaldo Ochando -que era natural de Campo Arcís- y que se llamaban Emilio y David. Emilio era el mayor, y David era tan travieso, que, cierto día en que quería jugar al "bote de carburo", al inflamarse el gas del carburo por la llama que se le aplicaba al agujero del bote -una lata de leche condensada vacía-, y viendo el muchacho que tardaba en explotar, se acercó demasiado y saltó el bote pegándole de lleno en la frente marcándole sus bordes en arco para siempre. Tristemente he de decir que poco le perduraron la cicatriz y la vida, pues murió en 1937 en la guerra civil.
Pero, aunque era necesario contar algunas vivencias de la niñez, no debo apartarme del principal tema: el cabo Ricardo Terol Perales, sus hechos, su estricto cumplimiento del deber, su personalidad... y sus hijos Luis y Ricardo, ambos, condiscípulos por breve tiempo de mi hermano José María -de la misma edad que Luis- y míos, pues quizás en mi primer año de escolaridad tuve a Ricardo por compañero.
Estuvo varios años don Ricardo Terol en Venta del Moro, pero ya mis recuerdos infantiles precisan el hecho de su traslado por ascenso a sargento a Madrigueras (Albacete); y también recuerdo quién y cómo le trasladó a dicho pueblo el escaso mobiliario de que por entonces podía disponer en un pabellón reducido de los
que para la Guardia Civil se habilitaron en la Colonia del Francés. Estas circunstancias las comentaban después los hijos del tío Perico el de la Cana, Ángel y Ramón Ortiz, quienes en dos carros hicieron dicho transporte.
¿Y por qué causa o razón dejó huella en nuestro pueblo el cabo Terol? Fueron varias: una de ellas al tener que constituirse en presidente de mesa por orden gubernativa, dejó cesante a un Ayuntamiento el año 1922 -formado el 18 de mayo-, para el 2 de octubre del mismo año procedió a la elección de alcalde y concejales de acuerdo con la ley o decreto de 30 de septiembre de 1922. Fue nuevamente D. José María Castillo Sanz como alcalde, cargo que ya había ocupado en otras ocasiones. Pero la principal razón recordatoria por muchos años de aquel cabo Terol fue la desaparición total del raterismo y la pequeña delincuencia en el pueblo y las aldeas, constituyéndose en hombre bueno para cualquier caso
de desavenencia o riña, haciendo rondas nocturnas, llamando a altas horas madrugada a las ventanas de algunos que otros -pocos, en realidad- sospechosos de hurtos en huertos y corrales.
Tenía fama de ser justo y razonable, y solamente usaba el método expeditivo bofetón -no daba más que el
primero y se decía que nunca repitió dosis-; cabe duda fue un remedio de excepcional terapia - aunque ahora se
tildara de tiranía y flagrante delito contra lo derechos humanos, con razón-. Si
viviera, lo podría decir un picaruelo de entonces al que se le apodaba Felipe Mudi, q tras decir con arrogancia "¡a mí que
me registren!", trastabilló al primer y único manotazo, y exclamó: "¡No me pegue más, pues he sido yo!".
A falta de documentación, parece ser que el cabo Terol fue el primer comandante
del puesto desde su creación en 1916 y cuya gestión llegó hasta comienzos de 1926.
Como en aquellos tiempos los medios de comunicación eran tan precarios, nuestro pueblo no llegó a enterarse -hasta pasados muchos años- de lo sucedido en Madrigueras al cabo Terol y a su familia. Y lo digo porque ha sido precisamente su hijo Ricardo quien me lo relató por teléfono y después en una cariñosa carta recordando nuestras infantiles vivencias en Venta del Moro. Y, según él, sucedió, un hecho lamentable a poco de residir en Madrigueras:
"... mi hermano Luis murió en Madrigueras el 11 de octubre de 1926, y su entierro fue al día siguiente (fiesta de la Pilarica, patrona de la Guardia Civil). Mi padre estaba en el Hospital Militar de Valencia curándose de unas heridas graves que se produjo al salvar a una mujer en un incendio en una fábrica de alcohol (por lo que en 1928 le concedió el rey Alfonso XIII la Gran Cruz de Beneficencia); así que para el entierro de mi hermano trajeron a mi padre en una ambulancia del hospital, con dos médicos, y se lo llevaron una vez concluido el funeral, al que creo asistieron los 4.000 habitantes de Madrigueras. Mi hermano Luis fue a escuela algunos años en Venta
del Moro junto a tu hermano José Maria" .
Esto y algunos detalles más me los cuenta Ricardo Terol, hijo, de mi misma generación, desde Vallada (Valencia) donde reside desde su jubilación como comandante de infantería. Nació en Venta del Moro en 1920. Y me cuenta que su padre llegó a teniente de la Guardia Civil, acogiéndose al retiro siendo jefe de línea en Cocentaina (Alicante). Su esposa se llamaba Carmen Gómez-Pla. El hijo mayor, Luisito Terol, murió como hemos dicho, a los diez u once años de edad, de una rápida enfermedad, mientras su padre se debatía entre la vida y la muerte en un hospital a causa del salvamento, en último trance, de una mujer en un pavoroso incendio en Madrigueras.
Indudablemente el cabo Terol fue una gran persona en Venta del Moro, pero lo fue mucho más en aquel acto de servicio relatado, así como en otros servicios prestados en el cuerpo de la Guardia Civil.
Y brevemente diremos algo más sobre el puesto de la Guardia Civil en Venta del Moro. El cuartel de la Guardia Civil se construyó en 1931 y fue inaugurado el mismo año, trasladándose a él las antiguas dependencias de La Colonia. El acuerdo para su construcción se tomó por el Ayuntamiento, ya en mayo de 1924, solicitándose la corta de 6.000 pinos de los montes públicos para tal fin. Sin embargo, el cuartel no se terminó hasta agosto de 1931. Costó su edificación la hoy irrisoria suma de 13.484 pesetas (81 euros), que, sin embargo para aquella época era una considerable cantidad. Hoy este edificio ha sido demolido para construir un albergue, motivado por la desaparición en 1991 del puesto de la Guardia Civil en Venta del Moro.
Es decir, la Guardia Civil estuvo radicada en nuestro pueblo durante setenta y cinco años (tres cuartos del siglo XX); de 1916 a 1991. Su primer comandante de puesto, cabo Ricardo Terol Perales; el último, cabo Io Antonio Real Durán, quien lo desempeñó desde el uno de abril de 1988 hasta el 5 de enero de 1991, en que el puesto fue suprimido y trasladada su fuerza a Utiel. Fue una víspera de Reyes inolvidable. El vecindario, casi alborotado, quiso impedir la desaparición del puesto, con manifestaciones públicas, guardias ante la puertas cuarteleras en pleno invierno del 90-91 con hogueras vigilantes de día y de noche, fuerte actitud oficial y particular del pueblo y autoridades para impedirlo. Pero resultó en vano: el hecho se consumó, como se ha dicho, el día 5 de enero de 1991.
Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro
Lebrillo 30