Autor: Fermín Pardo Pardo.
La población de Jaraguas, que desde el siglo XIII hasta
1836 perteneció al territorio municipal de Requena, como
una de sus aldeas, pasó a formar parte del municipio de
Venta del Moro al constituirse éste, tras conseguir la
emancipación del término de Requena en esa fecha,
juntamente con Fuenterrobles y Caudete de las Fuentes.
Toda nuestra comarca histórica, castellana hasta 1851 en
lo civil y perteneciente al obispado de Cuenca hasta 1957, ha
conservado elementos culturales que hablan de nuestra castellanía,
los cuales se van desdibujando conforme pasa el tiempo con la
lenta, pero progresiva, valencianización de las generaciones
que se han ido sucediendo desde que nos hicieron valencianos.
El habla popular de nuestra tierra todavía conserva esos
rasgos que la hacen muy semejante a la manera de expresarse las
gentes de las comarcas vecinas castellanomanchegas. De esta manera,
si alguien que visite nuestros pueblos pasa después a la
Manchuela o a la Sierra Baja de Cuenca pensará que no ha
cambiado de territorio, oyendo hablar a sus habitantes. Algo bien
diferente será si pasa de la Comarca de Requena a la Hoya
de Buñol, en donde el castellano de sus gentes tiene un
substrato aragonés muy destacado y los valencianismos son
mucho más abundantes que los que podemos encontrar entre
las Cabrillas y el Cabriel.
Muchos de nuestros elementos festivos tradicionales, que se pierden
por la despoblación, por la modernización de costumbres
y por la valencianización, también los podemos constatar
de forma semejante en poblaciones castellanas de la otra parte
del Cabriel. Buen ejemplo de ellos es el esquema de celebración
y rituales de la fiesta de los mayos. Nuestros Moros y Cristianos,
llamados en nuestra tierra Relaciones, y en contra de lo que opinan
algunos autores que no conocen, con profundidad, estas manifestaciones
de teatro popular de calle, son semejantes a los que se representan
o se representaban en tierras próximas de Cuenca y Albacete,
marcando grandes diferencias con la forma suntuosa con que celebran
esta fiesta los valencianos del Sur.
Los antiguos cantos de aguilandos de la parte alta de nuestra
comarca poseen ritmos y tonadas que emparientan con aguilandos
y albadas de la Sierra de Cuenca, semejantes a su vez a los cantos
navideños del antiguo obispado de Segorbe.
La costumbre muy reducida en la actualidad de colgar Judas en
las enramadas que se colocan para la noche del Sábado Santo
y la mañana de Pascua, también es castellana y las
llamadas caridás de pan que se bendice y reparte en romerías
o fiestas religiosas son igualmente semejantes a las de la otra
parte del Cabriel en cuanto a su elaboración, significado
en la fiesta, ritual de reparto, etc.
Las actuales fiestas de Jaraguas, como las de otras poblaciones
comarcanas, son fruto de una evolución y simplificación
que ha ido arrinconando elementos festivos, de los cuales algunos
tuvieron vigencia hasta el inicio de la guerra civil de 1936.
Otros se recuperaron acabado el periodo bélico y sufrieron
ese arrinconamiento después de la década de los
sesenta del siglo XX. Pocos han perdurado ante el proceso modernizador
y de ellos sirven como ejemplos jaragüeños la hoguera
de San Francisco Javier o las de San Antón, las zahoras
de Navidad y la fiesta de los mayos, conservada a pesar de su
notoria decadencia y simplificación.
En dos ocasiones hemos visitado Jaraguas con el fin de poder recopilar
todos los datos posibles que nos pudieran dar una idea de cómo
se celebraban las fiestas de esta localidad en el 1er. Tercio
del siglo XX. En 1985 nos sirvieron de comunicantes Pilar Iranzo,
M.ª Carmen Sánchez, Gregoria Beltrán, Teodora
Monteagudo, Dolores Monteagudo y Anastasia Nuévalos. En
el presente año, el día 3 de febrero, contrastamos
los datos recopilados con Pilar López Hernández
y otra vez con Anastasia Nuévalos.
Con los datos aportados por estas mujeres y siguiendo el ciclo
anual trataremos en este artículo de relacionar y comentar
las fiestas perdidas o conservadas y la serie de elementos que
han dejado de utilizarse en sus celebraciones o que siguen conservándose
con mayor o menor vitalidad.
La primera fiesta del año que se celebraba de manera señalada
en casi todos las poblaciones de la comarca era la de San Antón,
que, aunque fuera ya del ciclo navideño, se le consideraba
como una prolongación según el refrán popular
que dice: "Hasta San Antón aguilandos son" o
la variante: "Hasta San Antón pascuas son". A
San Antonio Abad, considerado como protector de los animales domésticos,
se le ha honrado desde antiguo, por parte de la sociedad agropecuaria,
con hogueras y promesas de donativos e incluso de cohetes, ya
que la protección de animales de trabajo, de los de consumo
doméstico y los de los ganados tenían importancia
fundamental en las economías de las sociedades agrarias
tradicionales.
Como fiesta de invierno se relacionaba con la nieve, siendo San
Antón uno de los santos nevateros según el dicho
tradicional:
-De los santos nevateros
San Sebastián el primero
-¡Alto, varón!
que primero es San Antón.
En Jaraguas la fiesta de San Antonio Abad se celebraba como en
otros lugares con hogueras, de las cuales se llegaron a encender
alrededor de veinte en la noche de la víspera y solían
montarse por grupos de vecinos. Tanto en la noche de la hoguera,
como en la tarde de la festividad del 17 de enero, se solía
hacer baile para la juventud. En esta fiesta de invierno era costumbre,
en otras épocas, como juego de reunión, el hacer
carazas, consistente en disfraces grotescos simulando fantasmas
que, junto a la poca iluminación y a gritos y actitudes
de pánico, provocaban la diversión y el entretenimiento.
Actualmente se encienden algunas hogueras, pero no existe ningún
otro acto festivo a su alrededor.
A lo largo del mes de febrero, en fechas movibles en relación
con la Pascua de Resurrección, tiene lugar el Carnaval.
Actualmente y tras el intento de recuperar su celebración,
después de la época de prohibición en el
periodo de la dictadura franquista, se han fijado sus fechas,
en algunas poblaciones, en el fin de semana anterior al miércoles
de ceniza. Con anterioridad a 1936, las fechas eran el domingo,
lunes y martes de Carnaval, los tres considerados festivos y anteriores
al citado miércoles de ceniza, día en que se inicia
la Cuaresma.
En Jaraguas el domingo de Carnaval era para hombres y mujeres,
el lunes sólo para mujeres y el martes, el día grande,
en el que salían las llamadas murgas o grupos con críticas
cantadas. Las fiestas de Carnaval que fueron días de máscaras
y disfraces, de bromas y de bailes concurridos acababan el miércoles
de ceniza en el que los jóvenes se tiraban ceniza y harina.
En la actualidad no se conserva ningún elemento de esta
fiesta alegre, desenfadada y transgresora en Jaraguas.
El periodo cuaresmal de preparación para la Pascua, tiempo
de recogimiento, de penitencias, de abstinencias y de prácticas
devotas como los Vía Crucis, los cantos de las Llagas de
Cristo, los Septenarios de la Virgen de los Dolores y las procesiones
de Jueves y Viernes Santo, no se celebraron en Jaraguas de forma
pública, quedando este periodo reservado para el ámbito
doméstico y entre las familias con claras convicciones
religiosas que cumplían con los ayunos y abstinencias conocidos
popularmente como guardar la vigilia. El no haber existido párroco
residente en la localidad no dio ocasión al vecindario
de Jaraguas de poder participar en las prácticas devotas
citadas propias de la Cuaresma y Semana Santa que sí se
celebraban en las iglesias parroquiales a lo largo de este tiempo
penitencial en los pueblos cercanos como Venta del Moro, Villargordo
del Cabriel, Fuenterrobles, Caudete de las Fuentes o las aldeas
de Los Corrales, Las Casas, etc.
Para el Domingo de Pascua, aunque en Jaraguas no se realizaba
la ceremonia religiosa del Encuentro, si se hacían las
llamadas enramadas con pinos, ramaje verde y flores de papel y
se colocaba un Judas o pelindango, monigote confeccionado con
ropas viejas que al final de la fiesta se manteaba. Las enramadas
no se desmontaban acabada la Pascua sino que permanecían
para ser aprovechadas, con los consiguientes arreglos, en la fiesta
de los mayos y sobre todo para la fiesta de la Patrona la Virgen
del Amparo o de los Desamparados el 8 de mayo.
El Domingo de Pascua tenía lugar en Jaraguas la fiesta
principal de los quintos, quienes al tener a su cargo el montaje
de la enramada almorzaban esa mañana en la plaza adornada.
Esta fiesta llevaba añadida la ronda o pasacalle con música
de guitarras y violines y, en las últimas épocas,
con acordeón. Se cantaban las coplas de quintos al son
de las tonadas de jota habituales en Jaraguas de las que recopilamos
muestras citadas al hablar de la música tradicional. En
el recorrido del pasacalle de los quintos, animado con música,
canto y carretillas que soltaban los mozos de cuando en cuando,
se recogían donativos en especie de parte del vecindario.
Lo recogido se acumulaba en las canastas y las cestas de que iban
provistos los jóvenes para este menester. Con los alimentos
recogidos y alguna res que mataban hacían los quintos su
comilona o almuerzo, colocando en la plaza y para tal fin una
mesa grande debajo de los arcos de la enramada.
El lunes y martes siguientes a la Pascua eran y son los días
de la mona, de salir a merendar al campo, para lo cual se elaboran,
como alimento preceptivo, los llamados hornazos, equivalentes
a las monas valencianas, pero de masa de pan salada con la que
se mezclan huevos y tajadas del frito de la orza. A los hornazos
se les dan formas redondas, de pollos o gallinas, de guitarras,
etc. con minuciosos adornos hechos en la propia masa antes de
cocerla.
Los lugares habituales para ir de mona los jaragüeños
eran los alrededores de la casa de Gil Marzo, paraje reservado
para el lunes, y la casa Garrido, a la que se acudía el
martes, en compañía de otras localidades del término
de Venta del Moro.
Para la celebración del periodo culminante de la primavera
se ha reservado, desde siglos, en nuestra tierra la noche del
30 de abril y el primer día de mayo. Igualmente se hace
en la Castilla próxima, en algunas comarcas valencianas
y aragonesas.
La fiesta de los mayos se redujo notablemente en nuestro ámbito
comarcal, después de la última guerra civil, siendo
Jaraguas una de las pocas poblaciones en las que ha perdurado
de forma ininterrumpida hasta la actualidad.
La finalidad principal de esta fiesta es la de emparejar mozos
y mozas solteros para animarlos al noviazgo. El emparejamiento
festivo se hace por medio del canto del mayo que siempre posee
un extenso texto dividido en estrofas y que consta, generalmente,
de las secuencias siguientes:
A) Introducción.
B) Solicitud de licencia para cantar a la dama.
C) Retrato de la dama en el que se alaba la belleza femenina describiendo
cada una de las partes del cuerpo de una mujer, iniciando por
la cabeza y acabando por los pies.
D) Emparejamiento. En esta secuencia se nombre el mozo elegido
por los rondadores para la dama a quien se le canta.
La misión de cantar los mayos en Jaraguas está,
desde antiguo, encomendada a los quintos, como ocurre u ocurría
en otras localidades de la zona. En los buenos tiempos en los
que existían músicos en la aldea, había varios
quintos y tenían buenas voces hemos de imaginar el periodo
esplendoroso del canto de los mayos en sus dos variantes del dedicado
a la Virgen y el de las mozas. De ellos se conservan, como hemos
dicho en otro lugar, las versiones completas de sus textos y sus
melodías diferentes. Ambos textos, de graciosa belleza
literaria al gusto barroco, podemos considerarlos como composiciones
cultas, sobre todo el de la Virgen, aunque se hayan popularizado
y hayan formado parte de la tradición oral.
En el canto de los mayos intervienen un solista y el coro que
repite lo cantado por aquel, siempre de forma alterna y fragmentando
el texto cada dos versos. En el mayo a la Virgen el solista puede
ser un quinto o no y el coro está formado por todo el pueblo
que asiste a la puerta de la iglesia para participar del acto.
La interpretación del mayo de las mozas está a cargo
únicamente de los quintos. Uno de ellos cumple la misión
de solista y el resto o los acompañantes forman el coro.
Actualmente, la escasez de quintos por la despoblación
y la falta de músicos que interpreten los mayos a la manera
tradicional, ha conllevado la modificación y reducción
de textos de estos bellos cantos primaverales de tradición
oral.
El ritual de la fiesta comienza, según los cánones
tradicionales, con el canto del mayo a la Virgen a la puerta de
la iglesia a las doce de la noche del treinta de abril. Concluido
el mayo religioso se organizan los cantores de los mayos a las
mozas para recorrer las calles y plazas de la población
y acudir a cada uno de los domicilios de las jóvenes a
las que se tiene previsto cantar y emparejar con un mozo.
En otras épocas esta ronda se prolongaba durante toda la
noche y se les hacía de día a músicos y cantores,
ya que era mayor el número de mozas y los textos se cantaban
completos.
En la tarde del día siguiente solía hacerse baile
y en él tenía ocasión cada uno de las mayas
de manifestar su conformidad o descontento con el mayo asignado
por los rondadores. En varias poblaciones de nuestra comarca el
signo antiguo de conformidad era que la maya llevara el faldar
(delantal) al derecho. Si se lo colocaba al revés daba
signo de no aceptar el mayo que le eligieron.
La fiesta de los mayos en Jaraguas, como en algunos otros lugares
de la comarca, se prolongaba al llamado día de las coplas
en el que, con el canto de la jota y con estrofas apropiadas,
se pedía perdón a cada una de las mayas, por si
no habían acertado los cantores en la elección de
su pareja. Esta ronda o pasacalle se aprovechaba para recoger
los donativos con que obsequiaban las jóvenes agasajadas
a los cantores. El día de las coplas en Jaraguas era el
tres de mayo, festividad de la Sta. Cruz, como todavía
se conserva en Venta del Moro. En Jaraguas la ceremonia y el canto
de las coplas ha dejado de realizarse en la década de los
noventa del siglo XX.
La fiesta de los mayos en Jaraguas casi enlaza con la del día
8 de mayo, festividad de Ntra. Sra. de los Desamparados, pero
que actualmente se ha trasladado al 2º domingo de mayo. Como
fiesta patronal, consta de actos religiosos, consistentes en misa
solemne y procesión, que, al igual que en la mayor parte
de las poblaciones de la comarca, tiene lugar por la mañana.
Otro acto de tipo religioso, pero de inclusión más
tardía en esta fiesta, es la ofrenda de flores.
Entre los actos profanos han destacado, por el atractivo para
la juventud, las sesiones de baile con música de moda propia
de cada época. Desde principios hasta los años 60
del siglo XX, solían ser acordeonistas de oficio y de fama
los instrumentistas que amenizaban estos bailes de fiestas patronales.
Se les fueron añadiendo algunos de acompañamiento
y percusión hasta evolucionar a las orquestas actuales.
Un acto público relativamente nuevo como el de la ofrenda
y que se ha generalizado en las fiestas de nuestros pueblos y
aldeas es el vino de honor. Es abierto a todas las familias de
la localidad, así como a sus invitados a las fiestas. En
Jaraguas tiene lugar en el espacio de tiempo que media entre la
conclusión de la procesión y la hora de la comida
particular de cada casa.
Ya hemos dicho que para adornar esta fiesta de la Patrona se conservaban
y adecuaban las enramadas de Pascua. En alguna ocasión,
como ocurrió poco después de acabada la guerra civil,
se añadió a la fiesta patronal la representación
de moros y cristianos a la manera comarcana, la cual se conocía
con el nombre de Relaciones, como también citamos. Este
tipo de representaciones se preparaban, también, aunque
no de forma anual, en varias poblaciones de la zona. En término
de Venta del Moro se representaron en las fiestas de San Antonio
de Pádua de Las Monjas, cuando la fiesta de este Santo
se celebraba, por los habitantes de esta aldea, en la casa de
los Pleitos.
En otras épocas los quintos y jóvenes hacían
un almuerzo con lo recogido el día de las coplas de los
mayos. Otros actos profanos que se programaron en algunas ocasiones
para estas fiestas a lo largo de la 1ª mitad del siglo XX
fueron vaquillas y cucañas.
También propias de mayo, aunque no se realizaban por motivo
alegre, pero que adoptaban forma festiva, eran las llamadas rogativas.
Con estos actos religiosos se suplicaba a Dios Nuestro Señor
que enviara la lluvia para remediar la sequía en años
en que peligraban las cosechas de secano por la falta de agua,
sobre todo los cereales abundantes en otras épocas en nuestros
campos. Las rogativas en Jaraguas tenían como matiz singular
el que en ellas se realizara la ceremonia conocida como trocar
los santos. Consistía en que los vecinos de Jaraguas acudían
a la Casa Segura con la imagen de San Francisco Javier y los de
Venta del Moro se encontraban con ellos en este mismo lugar trayendo
consigo la imagen de Ntra. Sra. de Loreto o la de la Virgen de
los Dolores. Acabadas las rogativas, cada grupo de fieles volvía
a su localidad correspondiente, pero con la imagen trocada, es
decir, con la del pueblo contrario. Las imágenes cambiadas
se llevaban a las iglesias de cada población, en donde
se colocaban durante un tiempo hasta que se consideraba oportuno
el volverlas a cambiar.
Para estas rogativas de trocar santos se elaboraban las llamadas
caridás, pequeñas piezas de masa de pan a las que
se les añadía matalahuva y que después de
ser bendecidas se repartían entre los asistentes al acto.
El reparto de caridás solía hacerse por ciertas
familias y como cumplimiento de alguna promesa.
Siguiendo el mes de mayo y primera quincena de junio, en fecha
movible y en jueves, se celebraban las fiestas de la Ascensión
y del Corpus Cristi, ahora trasladadas al domingo siguiente. Para
estas fiestas se organizaban bailes con músicos más
destacados que en los domingos normales. Los actos religiosos
como era la solemne procesión de Corpus, se celebraban
en poblaciones con párroco residente.
El 24 de junio, justo al inicio del verano, celebra la iglesia
católica la festividad de San Juan, que en otras épocas
era jornada festiva, como la de San Pedro y San Pablo el día
28 de este mismo mes.
En la fiesta de San Juan y sobre todo en la noche de su víspera
tenían lugar en Jaraguas unas prácticas ancestrales
que también eran comunes al resto de las poblaciones de
la comarca:
Las jóvenes acudían a la fuente a lavarse la cara,
antes de que saliera el sol, con el fin de conservar y aumentar
su belleza. Cuando volvían del campo solían traer
a casa hojas de noguera que se colgaban en casa o se ponían
entre la ropa guardada para evitar la polilla. Las amas de casa
sacaban al sereno la ropa de invierno, también para evitar
el daño de este insecto. Antes de que saliera el sol se
guardaba adecuadamente hasta la llegada del invierno. También
se traían matas de manrubios a los corrales para prevenir
los piojuelos de los pollos y gallinas criados domésticamente.
En la tarde de San Juan había baile.
En el mes de julio la fiesta extraordinaria con baile era la de
Santiago y lo mismo ocurría con la de la Virgen de agosto
el día 15 de ese mes.
En la década de los 80 del siglo XX se instituyen en Jaraguas
las fiestas de verano, llamadas en sus inicios de la juventud.
Destacaban en ellas espectáculos y bailes con orquestas.
Una década después, en 1995 estas fiestas empiezan
a organizarse por la Asociación de Amas de Casa y posteriormente
con la colaboración del vecindario. Se trata de fiestas
nuevas, pero de gran concurrencia por ser periodo vacacional en
el que muchos jaragüeños que salieron de la aldea
vuelven en estas fechas a descansar en sus casas o con sus familiares.
En septiembre Jaraguas como otras poblaciones de la zona se vacían
de veraneantes, pero los vecinos residentes tienen ocasión
de acudir a fiestas de santuarios marianos que desde siglos han
atraído a devotos de toda la comarca. Se trata del antiguo
convento de los trinitarios de Garaballa (Cuenca), en donde se
venera a la Virgen de Tejeda desde el principio del siglo XIII,
y la ermita de Ntra. Sra. del Remedio en la Sierra del Negrete
de Utiel, cuyo culto se inicia a mediados del siglo XVI.
Se acude a estos santuarios en cumplimiento de promesas como manifestación
de una religiosidad popular heredada y transmitida en el ámbito
familiar y no por imposición eclesiástica.
Otros lugares de cumplimiento de promesas para la gente de Jaraguas,
aunque menos habituales, son la ermita de la Virgen de Consolación
en Iniesta o la ermita de la Virgen de la Cabeza en Casas Ibáñez.
El mes de octubre, tiempo de azafranes hasta el 1er. tercio del
siglo XX y de vendimias, la recolección de la principal
cosecha desde mediados del siglo XIX en que se generaliza el cultivo
de la vid en la comarca, con fines comerciales.
La vendimia supone trabajo, pero también el que se juntara
en otras épocas abundante juventud que conservaba energía
para organizar bailes después de la larga jornada vendimiadora.
Mes de noviembre, plenitud del otoño con el recuero familiar
a los difuntos y ya dentro del adviento, preludio de la Navidad,
la fiesta patronal antigua de Jaraguas el día 3 de diciembre
festividad de San Francisco Javier. En el manuscrito del arcipreste
de Requena D. Pedro Domínguez de la Coba (1674-1737) que
lleva el título de "Antigüedad y cosas memorables
de la villa de Requena, escritas y corregidas por un vezino apassionado
y amante de ella", leemos al referirse a la primitiva ermita
de Jaraguas:
"En las caserías de Jaraguas se fabricó una
hermita en reverencia de el apóstol de las Indias San Francisco
Xavier, con licencia del Ilmo. Olmo y la bendijo el dicho D. Pedro
Domínguez".
La licencia para edificar y bendecir la ermita de San Francisco
Javier de Jaraguas la concede, según el manuscrito, el
Ilmo. Sr. Obispo de Cuenca D. Miguel del Olmo, quien estuvo al
frente del obispado conquense entre los años 1706 y 1721.
Entre esas fechas tuvo lugar la construcción del citado
ermitorio dedicado desde entonces al Santo Patrón de Jaraguas.
En la visita episcopal de 1727-28 al arciprestazgo de Requena,
ordenada por el entonces Obispo de Cuenca Exmo. Sr. D. Juan de
Lancáster, Duque de Abrantes, también se cita la
ermita de San Francisco Javier de Jaraguas, jurisdicción
de la villa de Requena y anejo de la parroquia de Villargordo
del Cabriel, juntamente con Venta del Moro, Casas de Moya y Fuenterrobles.
Queda claro que las fiestas patronales de diciembre en Jaraguas
están cercanas a cumplir sus trescientos años. Sus
elementos tradicionales de tipo religioso son la hoguera del Santo
para la noche de la víspera y la misa solemne y la procesión
para el día propio de su festividad el 3 de diciembre,
aunque desde hace unos años se hayan trasladado al fin
de semana siguiente para que pueda haber mayor afluencia de participantes
en dicha fiesta. Como actos profanos siguen celebrándose
las sesiones de baile.
Finalizando el ciclo anual llegamos a las fiestas navideñas
que en toda la comarca ha ido perdiendo parte de sus elementos
tradicionales, sobre todo la solicitud de aguilando con sus correspondientes
cantos propios para el acto y en la actualidad prácticamente
olvidados por la mayoría de las comunidades locales. En
origen los aguilandos se pedían por grupos de jóvenes
y en ciertos lugares por los quintos, después quedó
reducido a la población infantil y actualmente casi se
ha perdido también la costumbre.
El donativo del aguilando era tradicionalmente en especie, desde
frutos secos, pasando por dulces caseros y llegando a embutidos
y trozos de tocino.
Los cantos de aguilando en Jaraguas, como ya dijimos en otro apartado,
podemos encuadrarlos en los de ritmo binario como en la mayoría
de las poblaciones de la parte alta de la comarca. De sus melodías
conservamos dos versiones en nuestro archivo sonoro.
Otro elemento, hoy perdido, de las fiestas navideñas en
Jaraguas es el llamado tronco de Navidad o nochebueno. Era un
tronco grande que se guardaba para hacerle arder en cada una de
las casas en la Nochebuena. Como no se consumía totalmente,
la parte no quemada se guardaba para sacarlo a la calle en los
días de nublados y tormentas de verano por existir la creencia
que con esta práctica se evitaban los pedriscos.
Cuando en otros días que no fuera Navidad se veía
en una casa arder en la lumbre un tronco grande solía decirse
en Jaraguas: "Buen nochebueno has echao".
En Jaraguas y algunas poblaciones cercanas sigue conservándose
la costumbre antigua de pasar la Nochebuena en grupos de edad
y no en familia. El centro de esas reuniones es la llamada zahora,
nombre que se le da a la cena navideña de grupos de amigos.
La zahora navideña también se traslada a la noche
de cabo de año o nochevieja.
El nombre de zahora era muy usual en la comarca, no solamente
para referirse a las cenas de reuniones por grupos de edad, sino
a cualquier comilona que hacía, a lo largo del año,
cualquier grupo de amigos, como podían ser los quintos,
como ocurría en varias aldeas del actual término
de Requena, en donde a las comidas conjuntas de las fiestas de
quintos les llamaban zahoras.
Queremos agradecer en este artículo la buena disposición
de todos los jaragüeños y jaragüeñas que
nos han transmitido todo cuanto recordaban de la tradición
oral y costumbres de su pueblo y solicitar que nos dispensen en
los posibles desaciertos u omisiones en la redacción de
estas líneas que han sido realidad gracias a los datos
recogidos directamente y los que nos aportó Nacho Latorre
en su recopilación llevada a cabo en el mes de marzo del
año 2000, ocasión en que le sirvieron de comunicantes
Urbano Monteagudo, Ignacia Monteagudo y M.ª Victoria Sánchez.
Lebrillo 15