EL CALLEJONARIO VENTURREÑO
Autor: Feliciano Antonio Yeves Descalzo (Cronista Oficial de Venta del Moro)
Como sucede con todo poblamiento viejo, llamando viejo al origen venturreño (posiblemente del siglo XV), el desarrollo urbano que siguió en torno a la primitiva "Venta" en el enladeramiento hacia la Albosa, en pronunciado declive, buscando sus manantiales ribereños y las estrechas lastras aluviales cultivables, careció de miras ni proyectos de futuro, cosa lógica en una pequeña sociedad de pervivencia, por lo que el caserío se fue agrupando -primero, alrededor de la "venta", y después al amparo de la iglesia- en calles y callejas sin apenas ordenación y muy rara alineación, todo ello al buen parecer del vecindario y sus relativas comodidades, por razón de sus orígenes como caserío aislado, siguiendo en ascensión para constituirse en aldea y después lugar dentro del extenso territorio requenense hasta su emancipación como villa independiente en 1836.
No era fácil seguir la recta en una ladera pronunciada flanqueada por dos cañadas o vallejos, por lo que apenas se salvaron del natural retorcimiento callejero las dos paralelas a la rambla Albosa (Los Huertos y Los Arcos y el eje central, con calles y placetillas alternando, desde Las Cruces hasta Los Caliches; y por su mitad, la perpendicular hacia el norte (Calle de la Iglesia y la larga Picota o camino de Requena).
Y así se fueron formando y conformando los antiguos barrios del Parchel, de Jaraguas o Las Cruces y el de la Picota. Pero, dentro de ellos, como buscando regazos a su amparo y huyendo de la geografía abarrancada de las dos cañadas dichas (Cañada o Vallejo del Cementerio y Cañada o Barranco de Los Caliches, ambas recibiendo las vertientes oeste, este y sur del Cerro de la Cabeza), se formaron callejones o adarves de tipo morisco, recoletos y defensivos, originados muchas veces -aparte del factor geográfico y torrencial antedicho- por motivos familiares y divisiones o particiones, evitando dispersiones del propio clan familiar. Característica fundamental de ellos era, y fue siempre, la entrada con una (o dos) puertas al fondo, ocupando los laterales, vanos y ventanas de otras casas aledañas, tapiales de corralizas con su correspondiente puertecilla de entrada y salida a otras viviendas y hasta alguna entrada principal; pero la mayor importancia o dignidad del callejón era asumida por la vivienda del fondo, la mayor parte con puerta de dos hojas (superior e inferior) sin olvidar la correspondiente gatera.
Estos callejones de reminiscencias musulmanas, de las que nuestro pueblo heredó hasta su nombre, ponen nota típica en su irregular callejero y, aunque a simple vista hoy parezca anecdótico y de escasa relevancia, en otros tiempos fueron muy corrientes, subsistiendo actualmente en su mayoría, aunque otros ya han desaparecido.
La formación de estos callejones o adarves sin salida, apenas se dan en los pueblos comarcanos levantados en llanuras o laderas poco pronunciadas (Villargordo, Fuenterrobles, Camporrobles, Caudete), pero sí en los viejos cascos urbanos de Requena y Utiel, y también en algunas aldeas venturreñas (Casas de Pradas y Jaraguas -en la última con mayor casuística dada su antigüedad y orígenes).
Dicho todo lo anterior, de lo que puede hablar mejor nuestro paisano y amigo el historiador Rafael Narbona (El Lebrillo Cultural, n. 16, diciembre de 2001), paso a enumerar por orden alfabético de sus antiguas denominaciones y a rememorar después algunas de sus vivencias y connivencias, con alguna anécdota o curiosidad añadida, dentro de lo que mi memoria guarda. Así, pues, trataremos de sacar a flote la resurrección romántica, piadosa o chispeante de nuestro callejonario.
Los veinte callejones venturreños
1. Callejón del Tío Blas (calle de la Fuente, barrio de El Parchel). Abierto en la calle de la Fuente, sirvió de vivienda a Blas Cárcel y Jacinta Martínez, agricultores, los mayores cosecheros de azafrán de nuestro pueblo. Padres de Julián (que fue alcalde), María, Loreto o Daniel ("El Gallo" o "El Consueta", padre del desaparecido "Consul") y de José María "El Estanquero", casado con Tomasa Cano.
A este callejón daba la salida posterior de la casa del Tío Timoteo Pérez (padre del fabricante de harinas Julio Pérez) y el tapial lateral del corral de Juan Antonio Gómez "Chicharras". De las tertulias roseras en casa del Tío Blas tejí mi cuento editado "La tertulia rosera de la Tía Zafranares".
2. Callejón de Cabrera (calle de San Blas, barrio de El Parchel). Abierto en forma de portada y ensanchándose en su interior, en la calle de San Blas y ya cercano a la Plaza de la Iglesia, albergaba las casas del Tío Loreto Fernández -el "Tío Cabrera"- y del tío Tomás Haba -el famoso "Tío Mata"-: el primero casado con Celia Noguerol (de la estirpe boticaria más antigua de nuestro pueblo) tuvo numerosa descendencia: Lucrecia, Raimundo, Antonio, Ricarda, Josefa y Miguel -los Cabrera agricultores los varones; consortes de industriales, comerciantes y electricista (prescindiremos de sucesiones en aras de la brevedad).
Del Tío Mata y su mujer (Tomás Haba y Amalia Villanueva) se habló mucho y bien, sobre todo de los servicios de sereno y su seriedad y honradez. De sus tres hijos, sólo Tomás fue normal (casado con Herminia Pérez, originaron familia numerosa, los y las "Mata"), pues los otros dos, Desiderio y Cecilia -que heredaron la vivienda de este callejón- fueron de lo más disminuido en lo físico y en lo mental. ¡Quién no recuerda el famoso Desiderio "Mata", ingenuo, servicial, asiduo de tertulias y juerguecillas a causa de sus disparatadas canciones!. Fue mensajero y recadero del pueblo, aldeas y hasta de alejados lugares comarcanos. En todos los sitios y lugares se conocía al "Mata de la Venta". Ambos, Desiderio y Celia, murieron en el Asilo de Requena.
Pero este callejón, que también servía de salida a la casa del Tío Beato, discurrí mi cuentecillo "¡Que sale la pantasma !".
3. Callejón de la Tía Cana (calle del Árbol, barrio de La Picota).Antes de terminar la calle del Árbol en el barranco de Los Caliches, a mano izquierda, se abría el callejón donde vivían los "Ortiz". Esta familia, en la que su cabeza era el tío Perico " el de la Cana" descendía de aquella célebre pareja que amenizaba los bailes venturreños a base de guitarra y pandero (el "Tío Tuerto" y la "Tía Cana"). Aún me parece recordar al Tío Perico "el de la Cana", carretero, como sus hijos Ángel y Ramón, de quien se contaba había entonado el famoso cantarcillo en las coplas de los mayos: "Adiós, amigo Castillo, hombre de mucho talento; que me has quitado la casa, ¡también has "jodío" al "Lobo", que por lo visto era verdad, aunque no rimara. En este callejón se reunieron algunas veces los cantadores del Mayo ("el Zurdo", "el Rumiento" y "el Anciano") para urdir coplejas y bromas.
4. Callejón del Conejillo (calle de Colón, barrio de Las Cruces). En lo que hoy es calle de Colón, tras la primera cuestecilla subiendo desde el Ayuntamiento, entre las casas de Luis "el Mono" y la del Tío Victoriano "el Guarda", adentrándose a la derecha se accedía al callejón del "Tío Conejillo", padre de Aurea García, (quien casó con Gerardo Yeves, con notable descendencia varonil: Gerardo, Antonio, Pepe y Aurelio). La estirpe de los Conejillos -que nunca llegaron a "conejos" por que su talla física, que no moral, no daba para más- nacía el patriarca José García, jornalero de legón y azada, duro como las piedras aunque de menuda estatura, que paradójicamente solía ir de caza con el "Tío Hurón", lo que suscitaba algún chistecillo, porque : "¿quién vio jamás aún "hurón" y un "conejo" ir juntos por esos andurriales?". Desde luego, el callejón era tan estrecho y lóbrego como una madriguera de gazapos.
5. Callejón del Tío Cuelgues (calle del Sindicato, barrio de El Parchel). Bajando a la Cuesta de la Noguera (en la rambla Albosa), por la calle del Sindicato, en las últimas estrecheces, a la derecha y ya tocando sus tapiales con los huertos que recaían a "Los Desmayos", estaba el callejón del Tío José "Cuelgues". El Tío José era el hermano mayor de la camada de los Hernández Can "los Cuelgues", pues, si mal no recuerdo, eran José, Miguel, Ramón, José María, Santiago, Cleta, Carmen...y puede ser alguno más. El Tío José vivía allí con su segunda mujer, modista, la Tía Paca, dedicándose a cultivar algunos chirrichales que no daban más que para hambrear en la "Cuesta de la Noguera".
De los Cuelgues y sus dichos y hechos podría escribir bastante, pues, particularmente, el mayor José, y el menor, Santiago, eran con su cachaza y su flema sentenciosa dignos de ser oídos con atención y con la carcajada a flor de labios. El propietario de este callejón, el Tío José, dicen que dijo a su padre, tras la ausencia por haber marchado al servicio militar -breve ausencia de tres meses, tras la que vino con permiso-, lleno de suficiencia y sabihondez -"Padre ¿Qué arbolitos son esos?"-... Y lo decía contemplando las matas de patatas que él había sembrado tres meses atrás. El Tío José Cuelgues, larguirucho, con la nuez del garganchón subiendo y bajando a medida de su copiosa charla, era y fue hasta su muerte, un hombre recto y ecuánime entre las carencias que le agobiaron siempre. Su hijo, "Chepe", cogió el portante y emigró a Barcelona a finales de los años 20 de nuestro ya finiquitado siglo XX.
6. Callejón de Chasquitos (calle de la Fuente, barrio de El Parchel). En la tortuosa calle de la Fuente -mejor, camino por razón de sus vueltas y revueltas desde su nacimiento en la Plaza de Castillo hasta Los Desmayos donde se ubica la fuente-, en su tramo primero, a la vuelta de las viviendas del Tío Miguel "el Sacristán" -después del Tío Marceliano Defez y sus hijos Adrián y José-, entraba, recto y estrecho un callejoncete, con una pequeña vivienda al fondo, más las tapias de los corrales traseros de las viviendas citadas y del que era propiedad del Tío Eliseo Martínez. Por aquel callejón se escondían los muchachos que hacían burla del Tío Dionisio "el Cubero" (que vivía enfrente, atareado con los arreglos de pipas, cubetas y trascoles, y con alguna melopea encima).
El callejón se llamó así por ser propiedad de la familia "Chasquitos", que vivían por los Huertos y el Sindicato (los hermanos Alejandro, José y Bruno Pérez), pero tenían arrendada aquella casucha callejonera.
7. Callejón de los Chicharras (calle del Sindicato, barrio de El Parchel). Ni el vecindario de más solera de La Picota, las Cruces y parte de El Parchel, sabía donde estaba el callejón de Los Chicharras. Nosotros, los escolares de Don Victorio Montes y de Don Segundo Latorre sí que lo sabíamos, pues nos servía de lugar de recreo junto al solar frontal a las Escuelas de Niños, cuyos locales eran propiedad de los hermanos Santiago y Salomé Fernández Tello, hijos del tío Santiago "Chicharras", familia que vivió siempre y tuvo un casino-café en mi calle de Los Arcos (hoy de Don Victorio Montes). En este callejón no había vivienda alguna, sino dos o tres puertecillas de acceso a otros tantos corrales, al fondo una tapia que daba a la ollería de Ignacio Ponce, y el otro lateral eran las paredes de ambas escuelas, ubicada en el edificio de los Chicharras antes citados.
8. Callejón de la Tía Francha (calle Nueva, barrio de La Picota). En la calle Nueva de La Picota, por sus comedios y abriéndose hacia el sur, se hallaba un callejón que acabo de bautizar con el nombre de la Tía "Francha", como podría haberlo hecho con el alias de cualquier otro vecino picoteño cuyas puertas traseras o del mismo corralillo recaen al mismo adarve o callejón (del "Rocha", del "Maza", o del Tío "Villarta", que al fin y al cabo era el marido de Francisca Ruiz "la Rebolla" o "la Francha", por el diminutivo cariñoso de Francisca, mote que llegó a su hija Teodora y a su nieta Victoria, amén de otra "Francha", hermano de "Francho" Pérez.
Con todo lo dicho ya queda retratado nuestro callejón, al que, como hemos dicho solamente dan los tapiales y bardas de corrales. Tampoco quiero olvidarme de que, casi frente por frente a su embocadura, vivieron (calle Nueva de la Picota) mis abuelos José María y Cándida, y mi padre José María y mis tíos Manuel y Teodoro de solteros. Bien puede bautizarse este callejón con el nombre que más le cuadre.
9. Callejón del Tío Hospicio o de los Jaraices (calle Montera, barrio de El Parchel). Que no era Hospicio, sino Auspicio Giménez, pero lo dejamos como tradicionalmente se le denominó en voz popular (y así consta en el actual callejonero venturreño). Está situado al final de la calle de la Montera, dando frente su apertura a las briseras o trullos de la fábrica de alcohol de Vento Galindo. Recuerdo que en su estado primerizo era como un camino ensanchado, donde se levantaba una horma de piedra y ribacera sobre la que ascendía una senda en curva para llegar a la verdadera casa del Tío Auspicio, ya que las paredes laterales derechas pertenecían a sus cuadras y pajares, y en el fondo había unas portadas de corral, dobles, salida trasera de las casas de Antonio Olmo "el Herrero" y de Andrés Cabanes, cuyas puertas principales daban a la calle "escurriente" derivada de la de la Fuente, sobre una amplia acera o calzada.
Aparte la casa del Tío Hospicio o Auspicio y de las salidas citadas, hubo allí siempre -que yo recuerde- dos o tres trullos o lagares para el pisado de las uvas y obtención del recio vino tinto de la tierra, propiedad de los "Zaranga", y por cuya razón se llamó el callejón de los "Jaraices", y, por corrupción, la gente llamaba de los "Garaices", como así lo oí muchas veces hasta llegar a comprender que el popular trullo o bodeguilla de tablas, tinajas y depósito, era, en castellano, un jaraiz.
9. Callejón del Tío Inocente (calle de los Huertos, barrio de El Parchel). En la calle de los Huertos, muy cerca de la bocacalle que enfilaba la Cuesta de la Noguera, a la izquierda se abre un ancho callejón en forma de replaceta, en el que estaba la casa de Inocente García, un trullo de su propiedad, otro par de reducidas viviendas y las portadas traseras de la vivienda de "los Julianazo", cuya entrada principal era por la calle de Los Arcos. Puede decirse que todo el callejón era propiedad del Tío Inocente, agricultor de mediana capa, casado con la tía Amadea. Sus hijos fueron: Bonifacio. Amadeo, Lucio "el Tuerto", Lucía y Teodosia.
Me extiendo y expansiono en este callejón por mis vivencias, ya que nací en la casa de enfrente y, luego, de casado, también habité cerca de él. En el callejón vivía Carmen "la Loca", quien, con uno o dos años mayor que yo, ya me llevaba de la mano recorriendo aquellas cuestas y parajes. Era hija de Pedro y de Lucía, nieta del Tío Inocente, y estaba aquejada del "Baile de San Vito", de cuyo trastorno murió siendo algo más que adolescente.
El Tío Inocente se quedó viudo y solo. Pensó traerse una mujer ya entrada en años para que le atendiera, y así lo hizo. Vino la Tía Dolores de una de nuestras aldeas, quien lo cuidó tan perfecta y cariñosamente que, según decía ella en la tertulia vecinal, estuvo al servicio del Tío Inocente "por cinco duros mensuales y...para todo".
11. Callejón del Tío Madroño (calle de Gracia, barrio de El Parchel). Aunque ya desapareció en mis primeras acordanzas, puedo decir que el callejón y la vivienda del Tío Madroño estuvo entre la Posada de Sales y la casa de Nicolás Monsalve, en la calle de Gracia, subiendo, a la derecha. Después se cerró con una puerta, pero quedó el estrecho peaje que llevaba a la vivienda del Tío Madroño y la Tía Polonia (y que al final hacía ángulo hacia el Norte). Me va por la imaginación que allí vivió también, años después, el Tío Simón "el Torcío" o "el Enterrador", quien, viejo ya y moribundo, abrió los ojos cuando su sordera creyó oír al médico haberle recetado "carne asá", cuando lo que había prescrito era "una purga de sal". El callejón dejó de existir por el año 1928, pero su recuerdo todavía pervive en algunos octogenarios.
12. Callejón del Tío Mellao (calle del Aire, barrio de El Parchel). En el alterón central de la calle del Aire, frente a las casas del Tío Borrega (Eusebio García, padre del famoso Millán) y del Tío Triburcio Cárcel, se abre el anchuroso patio conocido como el callejón del Tío "Mellao" (Francisco Moya). En él existía un portalón al fondo donde, según creo, se ubicó una almazara de aceite, además de un par de viviendas y un corral. Allí vivieron "los Mellaos" (Paco, Lucía, Lucio) antes de casarse. Pero allí vivió también mi buen amigo Lucio Pérez "Zequielo", casado con Elvira Moya (hija de Lucía "la Mellá", casada con Julio Ruiz, el mayor de "los Rebollos"). Los laterales del callejón, mejor patio, daban a la casa de la Tía "Rulla" y al pajar del Tío Rumiento.
13. Callejón del Tío Merenciano o de la Germana (calle de San Pedro, barrio de La Picota). En realidad no era "Merenciano", sino Emerenciano, pero quiero conservar la toponimia tal y como se dijo por mis mayores y coetáneos. El callejón se ubica en la calle de San Pedro en La Picota y se abrió a la derecha y por los comedios de la citada calle.
Se llama así porque allí vivió la familia de Emerenciano Pedrón y Leandra Márquez, él de la Venta y ella de Pedriches, familia que fue en sus principios pudiente y bien acomodada, pero que pronto se arruinó. Fueron padres de Germana, Asunción, Socorro e Isidro ("Isidro Barracas"), y el callejón fue llamado después por sus vivencias y residencias, el Callejón de la Germana.
La historia de los hijos de Merenciano y Germana forman parte de las penurias, miseria y "hazañas" de los años del hambre, nuestros años cuarenta de infausta memoria. Germana, casada con Isidoro Cárcel, con quien tuvo un familión, hubo de apechugar a trabajo forzado y brazo partido, junto a su marido, para sacar a flote aquella casa. Y su humor fue proverbial y su fortaleza tremenda. Con alegría y desparpajo solía decir que en su casa se comía casi todos los días "arroz con conejo"...que, en realidad era arroz mondo y lirondo, cuando lo "percanzaba", a cuya sartén le pasaba la entrepierna por encima en un giro circular.
14. Patio del Tío Millán (Plaza José María Castillo, barrio de El Parchel). En la Plaza de los Olmos, en la casona de doña Efigenia Herrero (viuda del general Don Juan Romero) y la Posada del Tío "Velonero" (después tienda-café de Constantino López) se abre el espacio callejón-replaceta, que siempre se llamó, con más propiedad, patio del Tío Millán (actualmente "El Patio"), en el que se levantaron dos viviendas, la solariega casa de Millán Pardo Medina, recóndita y aportalada, y la que en 1936 ocupó la sindical C.N.T. propiedad del Tío "Mellao", y en la que mediados del siglo XX vivió Lucio Moya.
Una singularidad tiene el patio o callejón que nos ocupa. Es una especie de tunelillo o pasadizo que ponía en comunicación la calle de Los Arcos (hoy Victorio Montes) en su final con el susodicho patio y la Plaza de los Olmos (hoy de José María Castillo). Sobre el pasadizo, la extensión de la propia casona del Tío Millán Pardo. Esta formación típica del callejonario arábigo-morisco se llama almugaba o algorfa.
Millán Pardo, secretario de nuestro ayuntamiento, director de la primera banda de música venturreña y apodado "el Diablo" fue un gran hombre. Dejó descendencia en la Venta (Lucrecia y Piedad), en Valencia vivió Miguel (Comandante en el Batallón Azaña del Ejército Republicano durante la Guerra Civil de 1936, exiliado y muerto en México) y Manuel, gran melómano y mejor amante de nuestra venturreñería; y nietos...y biznietos (una de ellos, entre muchos, Amparo Cárcel Castillo, la primera alcaldesa de la Venta).
15. Callejón del Tío Mono (calle Picota, barrio de La Picota). Ya en las alturas picoteñas, en la última calle que se abre a izquierda de la antigua calle de Requena o La Picota, después y hasta hoy de García Berlanga, y también llamada simbólicamente de La Picota, se abría un callejón (que hoy ya no es tal, porque se ha abierto desde su fondo, a la derecha, nueva calle, que llega a los confines de la de Lepanto y la calle Nueva) al que todos llamábamos del "Mono" o del "Monillo". Por allí jugaban "los Chavolos", "los Leales" y "los Monillos", que eran, como se puede decir, casi toda la vecindad, de los que alguna rama se enlazaron y emparentaron.
Era un adarve a estilo moruno, al que recaían algunos corrales de la calle Nueva, tal como el de mi abuelo José María, cuya puertecilla de salida ocupaba casi todo el fondo del callejón, y en las tapias laterales se abrían otro par de puertas traseras de sendas casas vecinas. En principio, a aquel antiguo adarve no recaía puerta de entrada de vivienda alguna. Como se orientaba al norte, era, además de estrecho, sombrío y húmedo.
16. Callejón de Pedro Gilo (calle Victorio Montes, barrio de El Parchel). Nadie o casi nadie de los actuales moradores de Venta del Moro conoce o conoció del callejón que en mi niñez conocí como de Pedro "Gilo" (o "del Gilo") por razón de haber desaparecido en los años veinte del pasado siglo XX. Se abría entre las casas del Tío "Ubino" y el Tío Ramón "Cuelgues", en la calle de Los Arcos (actual Victorio Montes), precisamente donde luego vivió muchos años otro "Cuelgues", Miguel Hernández Cano casado con la tía Eleuteria Yeves, padres de numerosa prole (Julián, Victorio, Miguel, Irene...). Resultó que cuando el último habitante del callejón, el casi pordiosero Pedro Gil ("Pedrogilo") se marchó del pueblo, tras casarse con una desconocida, se quedó propietario de la vivienda Miguel Hernández, quien, una vez resueltas ciertas servidumbres o vanos que daban al callejón, lo cerró con una puerta recayente a la calle y habilitó y acondicionó su espacio para habitáculo, además del caserón del fondo. Así desapareció el adarve terminando una historia de bastantes decenios. Y es que allí vivió el famoso doctor médico D. Pedro Gil, quien a mediados del siglo XIX, en los albores de la independencia municipal venturreña, llegó al pueblo, y viendo que no ganaba un real a causa de que la gente acudía al curandero Marcelino o Marceliano Pérez (posiblemente también alcalde por entonces), no tuvo más remedio que denunciar intromisión "en el arte de curar", y aunque ganó el pleito en Requena, ya no levantó cabeza. Murió y dejó sucesión...el último el casi menesteroso o pordiosero "Gilo" de marras.
17. Callejón del Tío Roda (calle del Aire, barrio de El Parchel). Al final de la calle del Aire, antes de su angular confluencia con la de la Fuente, se abre a su derecha un prolongado callejón, apenas carretero en sus comienzos y ensanchado al final, en donde se ubica la antigua casa del Tío Fabián Haba (Tío "Roda"), quien tomó su apodo del propio apellido de su madre, y que legó a sus sucesores Herminio, Miguel, Crescencio y Manuel. En dicha casa vivió muchos años después el Tío Herminio quien hablaba como una carretilla cuando se le preguntaba adónde iba o venía, respondiendo invariablemente : "¡Eanoestateay!" ("Ea no estate ahí1"). Buena gente los Roda de mote y Haba de apellido; y juerguistas cuando correspondía: ¡Que bien pudo decirse de Crescencio, que además de "Roda" era el famoso "Melguizo", casado con Dionisia la del Tío Sergio Martínez y vecinos de la calle de la Plata.
18. Callejón de la Sorda (calle del Sindicato, barrio de El Parchel). En la calle del Sindicato, bajando la Cuesta de la Noguera, a la derecha, se abre un callejón bastante ancho al que daban los corrales del tío José y el tío Bruno López ("los Chasquitos") que vivían en la referida calle Sindicato. También a dicho callejón daban las portadas traseras del médico D. José Ruiz Albadalejo (después de Raimundo Moya) y en el fondo tres viviendas, una en bajo, la del Tío Lorenzo Martínez "Viñuelas", la de Eduardo González "el Largo" y la de Aurelio Cárcel. Propiamente debió llamarse "Callejón de "los Chasquitos", ya que a él daban sus salidas traseras; pero se llamó el de "la Sorda" porque la mujer de Aurelio Cárcel (madre de nuestro amigo Aurelio Cárcel Hernández "Areli") era Dolores Hernández "la Sorda". Parece ser que quedó sorda desde moza, pero "como una tapia", de lo que su marido, Aurelio Cárcel Pérez, el del Tío Triburcio, por demás chistoso y coplero, sacaba dichos que "ves y buscas" si eran consecuentes o no con sus experiencias. Alguna vez dijo el Tío Aurelio que, al acostarse cuando ya la Dolores lo había hecho, buscando acomodo le decía "¡Hazte pa allá!", y que la Sorda, atenta a sus deseos contestaba: "1Ya estoy prepará"!. Eran cosas de Aurelio, quien pasó casi su vida entera como encargado de la fábrica de alcohol Vento Galindo dando muestras de buen humor y sólida honradez. No le fue a la zaga su hijo "Areli", quien lo mismo le sacaba versos y cantares no muy limpios a la Tía Genoveva que a la Tía Restituta, ambas vecinas de la Plaza José Castillo. De otras familias vecinas, "Viñuelas" y "el Largo", que vivieron en este callejón también se podría decir mucho.
19. Callejón de la Torre (Plaza de la Iglesia, barrio de El Parchel). Como su nombre indica, se extiende este largo callejón, abriéndose estrecho y acanalado en el tramo que corresponde a la torre y ensanchándose cuando linda con la Iglesia Parroquial. El lado izquierdo está flanqueado por algunas viviendas y en el fondo vuelve a ensancharse hacia la izquierda formando una placeta. Las casas de la entrada, a partir de la de mi abuelo Sinforiano (que recae totalmente a la Plaza de la Iglesia) pertenecían a la familia del Tío Enrique Martínez (Tío "Castañuelas") y a "los Cabuchas" (allí tuvo la pescadería mi homónimo Antonio Yeves "Cabuchas", pasando seguidamente a la vivienda del Tío Ángel Pérez (uno de "los Zequielos") que ya hacía esquina y rincón. Al fondo frontal del callejón la casa de José María Yeves Beltrán y de su hermano Eloy (era la casa solar de la familia "Cabuchas"). Frontal también, a la izquierda, la casa de Lorenzo Pérez (el otro "Zequielo"), y más a la izquierda, algo recónditas, las casas del Tío Eugenio Gómez "Chicharras" o "el Chinche" y otra que pertenecía al Tío Luis Robledo "el Zapatero" (mejor dicho, a su mujer la Tía Benita, pues el Tío Luis vino aquí desde Caudete).
Hablaremos algo de sus moradores. Los "Zequielos" eran apodados así porque su madre era la Tía Ezequiela. El Tío Ángel (el hombre más hablador, de aguante y sin errores, del pueblo) tuvo dos hijos: Santiago y Félix "Carapalote". El Tío Lorenzo y su mujer la Tía Juana García tuvieron a Lucio, Gervasio, Loreto, Bonifacio, Elisa, María, Dolores y Lorenzo ("los Zequielos" por herencia paterna).
Del Tío Eugenio Gómez (llamado también "Peón", "Chinche" y "Chicharras") nacieron Prudencio, Isabel, Juliana, Eugenio, Restituto, Visitación y Julio (éste último murió muy cerca de mí en un combate en le frente de Teruel en 1938). De "los Cabuchas" (aparte de los padres José María y Casilda) conocí a José María, José (que también era Gregorio) y a Eloy, y mucho más a sus sucesores (Eloína y Antonio; Eloy, María y sus otras dos hermanas). Y del Tío "Castañuelas" ya viudo y casado con la isidreña Tía Santos, podría hablar de sus primeros y segundos hijos, todos grandes venturreños y amigos de quien suscribe.
El callejón todavía conserva su forma antigua, pero no quiero olvidar que las casas del fondo-izquierda daban al "Cercado del Francés" (hoy calle Lepanto), y tampoco el acanalamiento del cierzo en su tramo estrecho junto a la torre, capaz de derribar al más templado cuando sus furores resonaban y el aire alcanzaba los cien kilómetros por hora. ¡Bendito callejón de la Torre, donde aún hace guardia mi primo Emilio Moya Descalzo, "el Colorín", y donde templaban "los Zequielos", Lucio y Gervasio, su violín y su guitarra para acompañar la cantata solemne de los Mayos a la Virgen de Loreto!.
20 Callejón del Tío Tumores (calle de las Cruces, barrio Cruces). Quiero recordar el callejón del Tío "Tumores", que también podría llamar (aunque haya opiniones contrarias a la mía y quizás más autorizadas) callejón de la "Venta", en honor a aquella primeriza "venta" que nos dio el nombre y que, sigo en mis "trece", debió estar por estos rincones. Este estrecho adarve, encajado entre las casas del Tío Eulogio Moya "el Rata" y la de Julián Cárcel "el Cuervo", vivieron la Tía Antonia "la Seca" y el Tío "Tumores", quien dio nombre al callejón. La Tía "Seca", viuda y sin hijos, tenía en su casucha del callejón, debajo de la cama, un ataúd ya previsto para su sepelio, que le encargó al Tío Julio Pérez "Bernache" con veinte años de anticipación. Y el Tío "Tumores", su vecino, llamado así porque tenía en su rostro seis o siete lupias o bolas sebáceas que naturalmente le afeaban, pero que no impedían su bondad y su cháchara, que afianzaban muy seriamente que su casa era antiquísima y que en ella, aparte de que hubiera una viga de madera con un letrero que decía "donde nací estoy puesta", estuvo la venta originaria de la población. Y, con ser ello historia más o menos cierta y creíble, algo tiene la tradición como fuente histórica, y más si se transmite de padres a hijos como un legado a estudiar y dejar sucesivamente como herencia. En este caso, aparte otras conjeturas que no prueban nada, creo avalan la afirmación del Tío "Tumores" el hecho de estar este lugar en el mismo margen del camino de Iniesta a Requena, cuyo itinerario, tras pasar Vadocañas, era: Collado de la Horca, Casilla del Cura, Sevilluela, Fuente de la Reina, el Aserrador, el Paso de la Puebla o también de los Aldabones (donde era el natural el vado de la Albosa), la Cuesta de Telén, el Tiro de la Bola y Las Cruces...y pasada la cañada aledaña a las casas del Tío "Tumores" y vecinas (la cañada del Cercado del Francés), se encaminaba por junto a la Iglesia a la antigua calle larga de Requena o de la Picota para tomar el verdadero camino de Requena. No estaba la "venta" que suponemos muy lejos de los manantiales albosinos de los Desmayos ni de los primeros huertecillos ribereños; pero, además, estaba resguardada a cierta altura de la referida cañada, que, cuando se sucedían años tranquilos en lo climatológico, le servía como campo aledaño cultivable para piensos y forraje, consecuentes con el oficio mesonero, y también de trigo para su propia pervivencia.
¡Pudo ser así o no? ¡Ojalá y alguien hallara restos -de cualquier clase- que aclararan algo sobre el tema para hacerme caer de mi opinión!
Lebrillo 17