LAS CRUCES DEL CALVARIO DE VENTA DEL MORO
Autor: Feliciano Antonio Yeves Descalzo (Cronista Oficial de Venta del Moro)
El autor describe el calvario venturreño y el ejercicio antiguo del "Via Crucis", recordando cómo se reconstruyeron en 1944 los 14 "pasos" y las familias venturreños que sufragaron los retablos de azulejería de cada estación.
En muchos pueblos, como una tradición religiosa y piadosa que se pierde en la antigüedad, existe un lugar aledaño a las últimas casas de la población, generalmente más elevado que el propio caserío y culminado en montículo, en donde se ejercitaba la devoción del Vía Crucis, muy particularmente rezado en los albores de la mañana del Viernes Santo en solemne procesión, recordando multitudinariamente el pueblo las catorce estaciones o "pasos" de la vía dolorosa de Nuestro Señor Jesucristo hacia el Gólgota o calvario, que quiere decir sencillamente lugar o "cerro de la calavera".
Venta del Moro no fue ajeno a tal celebración y desde lejanísimos tiempos ya eligió lugar a propósito para ello, indudablemente apropiado, tanto por su ubicación no muy lejos del pueblo y precisamente enladerado y con un caminillo zigzagueante en ascensión hasta una pequeña cima al norte de la Picota, junto al camino de Requena.
La demostración constatable de ello la tenemos en el mapa o plano que sirvió a nuestros mayores en 1798 para solicitar la segregación venturreña, entonces aldea, de la jurisdicción de Requena, y en el que se observa claramente la situación del calvario en la parte norte del caserío de entonces y de ahora.
Pero suponemos, y no sin razón, que este montecillo sirvió y serviría por muchos años como culmen o cima en donde se conmemorarían piadosamente muchos y muchos Viernes Santos en la Parroquia y feligresía venturreñas, como última estación de las catorce que se consta este recordatorio de la Pasión y Muerte de Cristo Nuestro Señor; y para ello se hubo de alzar su último, más visible y encumbrado casilicio en forma de capilla, ermita o sencillo edificio, en donde Jesús Crucificado esperaría al pueblo, dolorosamente conmovido por su muerte, para verificar allí la última parte del rezo del Vía Crucis. Es decir, aquel ermitorio o capilla presidido por Cristo enarbolado en la Cruz, era el final del camino que los fieles venturreños recorrían, con su cruz parroquial al frente y presididos por el párroco, sacristán y acólitos, precisamente desde la iglesia, siguiendo la calle que siempre por algo se llamó y se llama de Las Cruces, (después se le llamó también barrio de Jaraguas) que volteaba el pueblo hacia poniente y torciendo después al norte, bordeando las últimas casas y el tapial que rodeaba el huerto o barranco del Francés (por lo que hoy es la calle de Lepanto) se dirigía precisamente ascendiendo hacia la ladera y cima del Calvario. Y en este camino, se iba deteniendo la "procesión de los pasos", de trecho en trecho para ir conmemorando, rezando y cantando tristemente, los pasos del señor por su calle de la Amargura o Vía Dolorosa. Eran y son catorce estaciones (que significan paradas) en cada una de las cuales se va siguiendo la Pasión de Jesús.
Remontándonos a aquellos lejanos tiempos, indudablemente, al final de cada trayecto doloroso o estación, las gentes piadosas rezarían la correspondiente jaculatoria del ecuménicamente Vía Crucis fijado por la Iglesia para toda la Cristiandad. Pero de aquellas Cruces de nuestra renombrada calle no quedó recuerdo, quizás por ser meros signos externos de poca relevancia o quizás por no existir más que en la imaginación del propio rector dirigente de la procesión, que dividiría más o menos exactamente el camino a seguir entre las trece estaciones para culminar la decimocuarta en el lugar o capilla ya levantada al efecto en el calvario.
A principios del siglo XX ya se verificó la triste conmemoración en el lugar o lugares actuales, abandonando el antiguo rodeo por la calle de las Cruces. Y para ello se habilitaron trece especies de pilones, hitos de piedra o casilicios en forma de caseta maciza culminada por la correspondiente cruz, siguiendo más o menos el caminillo actual.
Pero aquellas casetas o estaciones, así como la capilla de la cima fueron derribados - como sucedió en muchos lugares - en 1936 ; y hasta la imagen del Cristo que presidía la capilla del Calvario fue pasto de las llamas iconoclastas, siguiendo a las demás imágenes de la Parroquia y de las ermitas o iglesias aldeanas.
El caso fue que en 1940 ya prosiguió la tradición y el rezo del Vía Crucis. Se habían dispuesto los casilicios correspondientes, pero de una forma provisional, hasta que en el año 1944 ya se pudo celebrar en los casilicios nuevos, "pasos" o estaciones significadas por sus correspondientes casetas con hornacina, en las que en el fondo figuraban (y creo figuran todavía) los retablillos de azulejería en que se retrataba cada "paso" de la pasión, desde cuando Jesús es condenado a muerte hasta su descendimiento de la Cruz. Estas catorce estaciones o casilicios fueron sufragados por otras tantas familias venturreñas, a sus propias expensas, como hemos dicho en el año 1944. Y para que conste en la memoria de todos, se realizó siendo Alcalde D. Julián Cárcel Martínez, fueron construidos por el albañil José María Yeves Descalzo, quien guarda hoy buena memoria de todo ello, abonando cada familia la cantidad de doscientas pesetas, el coste de cada casilicio, ya que los cuatro azulejos de cada estación costaron cien pesetas, y otras cien pesetas que importó la erección de cada caseta o estación. El retablo en la hornacina superior estaba resguardado por una tupida tela metálica para evitar deterioros en la azulejería de los retablillos de las catorce estaciones, y figuraba en una tablilla de madera bajo cada uno de los retablos - tablillas ya desaparecidas - con los apellidos de las familias respectivas a cuyo cargo se había verificado el alzado y materiales de cada casilicio - con su retablo de cuatro azulejos - y en total al coste del mismo, representando su correspondiente estación del Vía Crucis.
Sin pretender presumir de nada, pues nos consta que muchos de aquellos donantes a cuya costa se construyeron los catorce casilicios desearían quedar en el anonimato, tanto las familias cuyos descendientes viven, como las que ya desaparecieron en nuestro pueblo - por muerte o por emigración a otros lugares -, nos creemos en la obligación de historiar y dejar constancia de sus nombres y apellidos. Porque todo es historia, y es mejor no olvidar ni siquiera los pequeños gestos o avatares de la misma aunque parezca carecen de importancia; pues, al fin y al cabo, esto, de escasa relevancia en estos momentos, supuso en algún caso un pequeño pero laudable sacrificio, y en los más pudientes, mucha generosidad y deseos de colaborar en todo lo que se refería en torno a nuestro pueblo y a nuestras costumbres populares y piadosas. Por ello siguen sus nombres a continuación :
1ª Estación (Jesús condenado a muerte) : Familia Latorre-Castillo, Victorio Latorre y Salomé Castillo.
2ª Estación (Jesús carga con la cruz) : Familia Pérez-Castillo, Francisco Pérez y Consuelo Castillo.
3ª Estación (Jesús cae por primera vez) : Familia Cárcel-Cabanes, Julián Cárcel y Ángeles Cabanes.
4ª Estación (Jesús encuentra a su madre) :Familia Díaz Guindo, Doctor D. Emilio Díaz Guindo.
5ª Estación (Jesús es ayudado por el Cirineo) : Familia Pérez-Cañas, Julio Pérez y Josefa Cañas.
6ª Estación (La Verónica enjuga el rostro de Jesús) : Familia Monteagudo-Martínez, Pedro Monteagudo y Piedad Martínez.
7ª Estación (Jesús cae por segunda vez) : Familia Yeves-Descalzo, José María Yeves y Clotilde Descalzo.
8ª Estación (Jesús habla a las hijas de Jerusalén). Familia Ruiz-Ramírez Hermanos Isabel y Julián Ruiz Ramírez.
9ª Estación (Jesús cae por tercera vez). Familia Ruiz-García, Heliodoro Ruiz y Julia García.
10ª Estación (Jesús es despojado de sus vestiduras) :Familia Latorre-Ochando, José María Latorre y Benita Ochando.
11ª Estación (Jesús es crucificado) : Familia Cárcel-Ochando, Julián Cárcel y Lucía Ochando.
12ª Estación (Jesús muere en la cruz) : Familia Latorre-Oviedo, Segundo Latorre y Julia Oviedo.
13ª Estación (Jesús en los brazos de su madre) : Familia Monsalve-Gómez, Nicolás Monsalve y Josefa Gómez.
14ª Estación (Jesús es sepultado) : Familia Pedrón-Márquez, Lorenzo Pedrón y Remedios Márquez.
El Calvario de Venta del Moro, sinuoso aunque no muy largo camino, bordeado a la derecha por los mencionados casilicios y retablillos y, de trecho en trecho algunos árboles, y a la izquierda festoneado también de arbolado y matas silvestres, ha cumplido y cumple año tras año su piadosa misión en la mañana del Viernes Santo, hollado por los pasos penitentes del pueblo congregado en la Procesión de los Pasos y escuchando sus oraciones en día tan señalado por la tradición y la liturgia cristiana, y ya se ha historiado lo que supuso en 1944 la construcción de las estaciones sobre su antiguo emplazamiento de principios del siglo XX. Pero recientemente fue restaurado, tanto en sus casilicios como en la ermita que desde siempre se alzó en la cima del montecillo. En una ocasión, hacia el año 1990 siendo Alcalde D. Cecilio García Onielfa ; y en más reciente restauración, en 1998, siendo Alcalde D. Luis Beltrán Jiménez.
De todo ello da fe la memoria y la testimonial figura de D. José María Yeves Descalzo, albañil y ferviente enamorado de todas las cosas y tradiciones venturreñas, de quien me honro muchísimo ser hermano.
Así, pues, nuestro testimonio oral y escrito- el de mi hermano José María y el mío - queda simplemente como recordatorio de un pequeño hecho histórico, uno de los tantos que configuran y complementan la pequeña pero noble y honrada historia de Venta del Moro y de su Parroquia, y en el amor y fervor venturreño a nuestra Santísima Virgen de Loreto.
Lejos de nosotros el haber "resucitado" mecenazgos ni protagonismos. Pero quien olvida o no se preocupa por la historia de su pueblo - en todas sus facetas y avatares históricos, felices o infelices, de mucha o relativa importancia - debiera reconocer, al menos, que la historia de los pueblos la hicieron nuestros antepasados y la seguimos haciendo nosotros; y es un legado para nuestros sucesores, tanto en lo máximo o transcendente como en las pequeñas andanzas y sucesos de menor importancia. El relatado en la última parte de nuestro trabajo es muestra casi sin relevancia alguna, pero que he aireado porque sencillamente fue un hecho más en nuestra historia sin presunción de nada extraordinario. De la nómina de personas nombradas, posiblemente queden sólo con vida una anciana centenaria, Salomé Castillo y, según alguna noticia suelta llegada a mis oídos, uno de los matrimonios que contribuyeron a aquel fin: los Monteagudo Martínez, en Valencia.
Lebrillo 16