LAS MONJAS
Autor: Ignacio Latorre Zacarés
A 7 km. de Venta del Moro se ubica la aldea de Las Monjas, justamente en el centro de la zona agrícola más productiva de todo el término municipal, donde la bondad de sus tierras ha permitido consolidar un verdadero "mar" de viñas que constituye el sustento de sus habitantes y de la vecina aldea de Los Marcos (a 3 km.). Ha sido precisamente su privilegiada localización agrícola lo que le ha permitido defenderse mucho mejor que otras aldeas venturreñas (Casas de Pradas, Casas de Moya o Casas del Rey) del problema de la emigración. Son 137 habitantes (72 varones y 65 mujeres) los que residen actualmente en Las Monjas, lo que la convierte en la segunda aldea venturreña más populosa. La pirámide de población no está tan envejecida como la de otras aldeas, contando aún con parejas jóvenes y con una población escolar superior a la decena que le augura un futuro más prometedor que el de otras pedanías más montañosas.
Su casco urbano es pequeño, compuesto por 93 viviendas y 9 locales. De éstas, 45 están ocupadas todo el año y 48 sólo temporalmente. El estado de estas casas es bastante bueno y se observa un proceso de rehabilitación de muchas de ellas. Toda la aldea se alinea en torno a la carretera que desde Caudete va a las Casas de Pradas y pasa por Los Marcos y la Casa Lo Alto. A primera vista sorprende el alineamiento rectilíneo y la amplitud de calles de Las Monjas (asfaltadas en su totalidad), como contraposición a la estrechez y curvilíneo trazado de gran parte de la propia Venta del Moro y de aldeas como Casas de Pradas, Jaraguas, etc.
. Sin duda, la Iglesia es el elemento arquitéctónico que más llama la atención de toda la aldea. Construida en 1928, la Iglesia sorprende por su elaborada factura que la hace la más interesante de todo el término municipal. Realizada en estilo neogótico y con cierto "aire de catedral" como fue definida por un obispo en su visita pastoral, se aleja totalmente del tipo de iglesia de fachada austera o estilo ermita que predomina en el término venturreño. La fachada sobresale por su alternancia de un pequeño rosetón central acompañado por dos ventanas goticistas y pilastras y elementos ornamentales esculpidos sobre el arquitrabe de la entrada. Los pináculos que coronan la torre y fachada le confieren un aire de prestancia. La Iglesia está consagrada a S. Antonio de Padua, que era el patrón de la ermita del caserío de Los Pleitos, donde Los Monjeños acudían a misa antes de construir su Iglesia.
Frente a la Iglesia, formando una plazoleta, encontramos un gran caserón que fue el perteneciente a Dª Lucía Garrido Pardo. La vida de la aldea está íntimamente ligada a esta señora, a la que los monjeños se encuentran permanentemente agradecidos. Dª Lucía fue esposa de un reconocido farmacéutico madrileño, D. Ramón Sáiz de Carlos, que daba su nombre a unas famosas pastillas de la época. Dª Lucía se constituyó en una benefactora enamorada de la aldea y gracias a su intervención (y a su dinero) se construyeron las escuelas, la Iglesia y el cementerio en la segunda y tercera década del s. XX. Ella también fue la que trajo la advocación de la Virgen del Carmen, actual patrona de Las Monjas. La aldea, que aún hoy la recuerda con cariño, le dedicó un homenaje en mayo de 1928 y decidió rotular la calle principal con su nombre.
La rambla del Boquerón discurre totalmente seca por Las Monjas y con parte de su cauce tomado por tierras de viñas. Sólo una acequia (sin agua) junto a los juncos y chopos del estrecho cauce situado a 200 metros del casco urbano, nos recuerda que por aquí pasaba agua, se regaban huertas (actualmente se recurre a los pozos) y hacía función de lavadero comunal. Los caseríos que se encuentran alrededor de la aldea (Los Pleitos, El Boquerón, Boqueroncillo, Los Antones, La Muela de Arriba, etc.) hoy están totalmente despoblados.
El sector comercial se reduce a un bar y una tienda de comestibles que surte a la población. Como nunca ha sido muy populosa, no ha existido un horno público (todos eran particulares). Sólo alguna tienda (la de Lino) y herrerías (la de Juanito y la de Antonio) constituían su sector comercial. Como toda aldea posee una alcalde pedáneo, en este caso (único en el término venturero) alcaldesa, Mª Carmen Pardo Moya, que es auxiliada en sus funciones por una junta de 7 vecinos. Existe una asociación, mayormente juvenil, que ha impulsado con acierto las concurridas fiestas de la Virgen del Carmen que se celebran el 16 de julio con verbenas y procesiones. También en San Antonio se realiza una hoguera comunal. Además, el primer día de pascua subsiste la tradición de acudir a la Fuente Medrano. Otras fiestas como la Candelaria, el judas y la enrramada de Pascua o los mayos ya no se celebran..
Por supuesto, la economía de la aldea está dominada por la viticultura que encuentra en los sedimentos cuaternarios de sus tierras un terreno abonado para ello. Los monjeños también se han visto beneficiados por los cambios acaecidos en la distribución de las tierras durante este siglo. Anteriormente, terratenientes requenenses (Marqués de Plegamans, familia Moliní) y también unos pocos habitantes de la aldea detentaban gran parte de la propiedad agrícola. Sin embargo, a partir de los 50, por mecanismos de compraventa y de plantación de viñas a medias, antiguos jornaleros y renteros accederán a la propiedad de las tierras y hoy en día los agricultores monjeños trabajan laboriosamente sus propias fértiles tierras y han incrementado su nivel de vida. Además, cambiará también el mapa de cultivos y las cañadas y vaguadas de cereal y olivos (365 "hilás" en la Casa Garrido como los días del año) e incluso de tierras incultas serán sustituidas por el monocultivo de la vid que convierte a toda la zona en una vasta extensión de cepas. Se vinifica en la Cooperativa Vitivinícola Virgen del Carmen, actualmente única bodega en funcionamiento, fundada en 1965 por los 15 o 20 socios que tenían menos tierras de la aldea y a la que se sumaron posteriormente todo el resto de propietarios que detentaban sus propias bodegas. Curiosamente, también en los alrededores del pueblo se ven campos de manzanos, siendo la única zona del término municipal que se dedica a este frutal. La ganadería complementa los ingresos agrícolas con la presencia de una granja de conejos, otra de corderos y el rebaño de un pastor.
Las Monjas debe su nombre a que era una labor cerealícola y de ganado lanar propiedad de las religiosas agustinas de Requena. El Catastro del Marqués de la Ensenada de 1752 nos señala Las Monjas como una alquería donde vivían sólo 4 vecinos o cabezas de familias. Su historia discurre ligada a la de las grandes propiedades de la zona (Casa Garrido, Cañada Rozada, etc.) y hasta el siglo XX no adquiriría realmente categoría de aldea, pues en 1870 aún era un pequeño núcleo de población de 11 casas. A partir de entonces, hay un incremento constante de población hasta llegar al máximo de 319 habitantes en 1950. A partir de los 50, el proceso de emigración rural común a toda nuestra comarca también le afecta, aunque en mucha menor medida que a otras aldeas de tierras más pobres. De 1950 a la actualidad ha emigrado el 57’1 %. El descenso mayor se produjo de 1950 a 1986 con el típico éxodo rural de jornaleros a las ciudades industriales. A partir de entonces ha habido una cierta estabilización a la baja de la población y actualmente es una de las aldeas que ha logrado sortear mejor el fantasma de la despoblación. La existencia de una relativamente significativa población escolar, el establecimiento de algunas parejas jóvenes en la aldea y las buenas perspectivas económicas de la viticultura en esta privilegiada zona permite mirar con optimismo el futuro de Las Monjas.
Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro
Lebrillo 10