¿DE QUIÉN ERES BONICO QUE POR LA CARA NO TE SACO ?

Autor: Ignacio Latorre Zacarés y Javier García "Chole".

TODA UNA VIDA EN EL RÍO

Desde su huerta, Benito Martínez Pérez nos recuerda a Heráclito, el famoso sabio de Éfeso, para quien la vida consistía en un eterno río donde el agua no dejaba de fluir. Benito, junto a su esposa Margarita Ruiz, son los únicos habitantes permanentes de la ribera venturreña de Los Cárceles y nos reciben en su retiro ribereño. Los Cárceles es una coqueta aldea del Cabriel, mitad situada en término venturreño y mitad en el de Villamalea, que marca el límite entre la Comunidad Valenciana y la hermana de Castilla-La Mancha. Hacia allí nos dirigimos, entre pinos y agua, escoltados por un jabalí que corre por la ribera del río y bajo la atenta y desafiante mirada de una cabra montesa. Es enero y la tarde ha salido buena.
Para Benito, el río ha sido toda su vida, ya que nació en una de sus huertas en 1934, hijo de Julián Martínez y Francisca Pérez, también nacidos en Los Cárceles. Su vida ha estado tan ligada al Cabriel, que a pesar de que se buscó la novia en el pueblo de Villamalea, como él afirma "pasamos nuestra luna de miel en dos bicicletas camino de Los Cárceles". Sin duda, eran otros tiempos, cuando el río estaba mucho más poblado que actualmente y recuerda : "En la parte venturreña de Los Cárceles vivían las familias de la Francisca, la Norasca, la Maximina, la Desideria, Nica, La Pastora y la Angelita y además otras familias se repartían por toda la ribera (Nano, Cucala, Carfollo, Amalio, Ramoncete, Regino, Isidora, Guaita, etc.). Teníamos hasta el bar de la Desideria".
Mientras su perra Nieves ("nació en plena nevada") deja de extrañarnos, Benito y Margarita recuerdan orgullosos como a pesar de las penalidades que se vivían en esto parajes "teníamos luz y teléfono antes que muchos otros pueblos, en 1922, gracias a la central construida en el río". Era un río muy diferente. No existía el embalse de Contreras y se sucedían terribles riadas como la de 1.936 ("Se llevó todos los puentes, destruyó las huertas completamente e incluso ensanchó el cauce del río"), la de 1.940 y la de 1.957. Los habitantes convivían con las nutrias y completaban su dieta de potaje diario con la pesca de barbos, anguilas y las sabrosas "luinas". El río servía también para transportar cañas y maderas por su cauce con la ayuda de los ganchos. Pero, como es fácil adivinar, ni mucho menos la estampa era tan idílica. "La vida era puro trabajo. Se vivía de las huertas y de sembrar trigo y cebada. Llevábamos en carros las hortalizas para venderlas en Utiel, Venta del Moro y Villamalea. También nos hartábamos de coger esparto y además cortábamos carros de leña para venderla y comprar pan en Villamalea". Además, los servicios públicos eran mínimos : "El médico sólo acudía en casos graves y no había escuela, ni maestro. Así que aprendí a leer y escribir en la mili, donde también me enseñé a multiplicar y dividir, aunque esto ya no lo utilizo". Incluso la muerte estaba marcada por la parquedad de medios : "Los muertos los enterrábamos en el cementerio de Vadocañas, junto a la venta, o en Villamalea o Venta del Moro". Margarita, a quien pronto se le adivina una vivaz inteligencia natural, confirma lo que dice su marido : "Yo sólo fui al colegio tres meses y trabajaba como pastora. Sin embargo, me enseñé a leer y a escribir y tengo sacado el carnet de conducir".
La pareja sigue, como antaño, cultivando con mimo sus huertas de donde se surten de grumos, tomates, berenjenas, pimientos, acelgas, espinacas y nabos. Pero, Benito recuerda lo amargos que fueron los años de posguerra: "Aquello fue un continuo sinvivir. Estábamos entre dos frentes : los maquis y la guardia civil. Los maquis nos pedían ayuda para comer y que no se chivara nadie de su presencia. Pero un día la guardia civil cogieron a un maqui que cantó los nombres de los vecinos que conocían su existencia y se llevaron a la cárcel a la mitad de los vecinos del río". Para Benito, "los maquis no robaban a los ribereños, sino a los estraperlistas que en la época transitaban por el río".
Pero los tiempos conflictivos pasarían y Benito recuerda como los habitantes del río eran una piña y no existían fronteras entre los dos lados del río. "Cuando había una matanza en una casa todos acudíamos a celebrarlo. Además, los días de San Pedro (29 de junio) y Santiago (25 de julio) cogíamos la burra y traíamos a un acordeonista para amenizar el baile que duraba tres días. En el último baile que se realizó en el río hubieron 150 parejas". También, "el día de San Antonio confeccionábamos una hoguera (aún se realiza) y en la Candelaria (el 2 de febrero) se encendían teas por todo el monte. Entonces no se producían incendios como ahora". Además "se hacían misas campestres donde oficiaba D. Fidel (cura de las Casas de Moya)".
Las aldeas ribereñas sufrieron una terrible emigración en los 50 y 60, quedando casi despobladas en su totalidad (Los Cárceles en 1950 tenían 102 habitantes, Santa Bárbara 71 y El Retorno 56). También Benito y Margarita tuvieron que experimentar el duro camino del éxodo rural e instalarse en Mislata "donde me empleé como peón de albañil, porque aparte de la agricultura no tenía conocimientos de otra cosa". No obstante, Mislata fue un paréntesis en sus vidas porque en cuanto pudieron regresaron a su adorado río. Pero, lo del río se debe llevar en la sangre, porque como nos comenta Benito "Fíjate, mis hijos nacidos, criados y educados en Valencia y con los años se han venido a trabajar aquí al Tochar (finca privada junto a Los Cárceles). Ellos no quieren saber nada de Valencia".
A pesar de la bondad de nuestros anfitriones, el gesto se les tuerce cuando recuerdan como Los Cárceles casi desaparecen por la acción de las fincas privadas de señores de fuera. "Los Serratosa nos quitaron la luz durante 5 o 6 años. Menos mal que ganamos el pleito". También están dolidos con el olvido en que se les ha tenido tradicionalmente desde el Ayuntamiento de Venta del Moro. Según Benito, "Siempre ha habido más servicio desde Villamalea. Incluso cuando hace poco se reformaron los puentes y se hicieron las escaleras actuales pedimos ayuda a los dos ayuntamientos. Sólo el de Villamalea nos dio 150 sacos de cemento. El anterior alcalde de la Venta no nos dio nada". Margarita confirma con ironía : "Él decía que le sobraban los puentes". El olvido es perfectamente constatable hoy en día, mientras en la orilla venturreña las pocas casas existentes se mantienen gracias a los vecinos, sin embargo, en la otra orilla, el Ayuntamiento de Villamalea les ha construido unos servicios comunales, un albergue rural, un mirador, conserva en muy buen estado la pista y como reflejo son más las casas que hay en esta orilla, donde incluso se ubica un bar y una casa que se alquila para el turismo rural.
Acostumbrados a la soledad, sin embargo, Margarita y Benito parecen encantados con la nueva moda de turismo rural y deportes de aventura: "Me gusta que venga esta gente y así no se está solo" dice Benito. Margarita asiente, pero opina "Los que se tiran del puente están tontos ¡Se pueden matar !". Sí, estamos a mediados de enero y contemplamos el atardecer en Los Cárceles. El agua sigue su discurrir sin descanso y los vecinos acuden excitados a la chopera situada en la parte de Villamalea donde ya han preparado una gran hoguera en forma de carbonera en honor de San Antonio Abad. Benito se despide y nos asegura que "para mí esto es la gloria". Margarita asiente y nos dice que Benito siempre afirma : "Hasta que no me saquen con los pies por delante y la cabeza pa trás no me voy de aquí". Que así sea, aunque dentro de muchos años Benito.

NOTA:

Victoria López nos ha enviado un correo electrónico para matizar datos del articulo. Reproducimos parte de su contenido:

"Quisiera matizar un dato que no es del todo correcto en el artículo, en la entrevista que le hicieron a un vecino de Los Cárceles, Benito.

El suministro eléctrico no fue cortado por la familia Serratosa. Fue cortado por los dueños de la Central Eléctrica, que eran de Villamalea, también eran los dueños a su vez de la fábrica de harina de Villamalea ( en este momento no recuerdo su nombre), se les conocía por "checa".

Después de mucho pelear y sin ningún tipo de ayuda oficial ni privada, solo con el esfuerzo unos pocos,  se consiguió que fuera restablecido el suministro eléctrico a esta pedanía, el suministro eléctrico no proviene de Venta del Moro, sino que es facilitado desde la red de Villamalea .Este tema lo conozco muy bien ya que fue mi familia una de las que tuvieron que reclamar durante un largo periodo de tiempo, para que fuera de nuevo restablecido el suministro eléctrico a Los Cárceles"

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

Lebrillo 13