LOS VERGELES. PATRIMONIO ETNOBOTÁNICO Y ETNOGRÁFICO DE VENTA DEL MORO.

. © Fernando Moya Muñoz (Cronista Oficial de Fuenterrobles)

Vergeles verdes para el Domingo de Resurrección en Fuenterrobles (abril de 2015).

Para comenzar tenemos que describir que entendemos por “vergeles”. Con ese nombre tan evocador se llamaron tradicionalmente unos recipientes con semillas germinadas elaborados exclusivamente con un carácter ritual y también estético, pero en menor medida con esa finalidad. Esta antigua y arraigada costumbre de nuestra comarca se mantuvo hasta mediados del siglo XX y en la actualidad ha desaparecido completamente.

Los vergeles de nuestra comarca, y en el caso que nos ocupa en Venta del Moro, consistían en los ya citados germinados de distintas clases de semillas. Básicamente eran cereales, sobre todo trigo, centeno y cebada, sin descartar la araza (maíz). También se utilizaban semillas de otras plantas como lentejas, judías, garbanzos, guijas o habas. Estas semillas siempre se sembraban en recipientes bajos como cazuelas, platos, latas metálicas y otros. Se usaba como sustrato y soporte para la germinación tanto tierra buena como estopa o algodón en rama. Siempre eran elaborados y ofrecidos por las mujeres, lo que es una constante que observamos en todos los lugares donde se siguen haciendo y donde ya se abandonó esta costumbre. La primera referencia encontramos en la Grecia Clásica, tanto en representaciones gráficas como literarias.

ORIGEN

No tenemos duda de que estos semilleros rituales forman parte de unas manifestaciones religiosas muy antiguas y muy nuestras, vinculadas a lo agrario, sobre todo al cereal y a su ciclo vegetativo, sin olvidar las otras plantas utilizadas, que también poseen su importancia.

Como en otros muchos aspectos de nuestra cultura, tenemos que remitirnos al mundo mediterráneo y sus manifestaciones culturales que en el caso que nos ocupa se origina en el área iranio-mesopotámica. Sería en época greco-romana donde encontramos mayor número de referencias de estas muestras de religiosidad popular tanto escritas como en cerámicas pintadas. Estos semilleros rituales se realizaban en todo el antiguo mediterráneo con fines religiosos y se mantuvieron con el cristianismo. Sorprende esa similitud entre su origen iranio, dedicado a los dioses de la vegetación en el equinoccio de primavera, y su uso más generalizado en los túmulos del Jueves Santo cristiano, también en primavera.

EVOLUCIÓN

Como decíamos, su uso se extendió por todo el Mediterráneo, perviviendo actualmente en algunos lugares de Italia, especialmente en Cerdeña, y sobre todo en España por todo el Levante, en especial Valencia, Murcia, Andalucía y Castilla–La Mancha. Lamentablemente, no en todos los lugares sobrevive esta costumbre, pues en algunos sitios apenas si ya se elaboran. Punto aparte fue el resultado de llevar estas muestras religiosas tan peculiares a América donde, después de un proceso de sincretismo con las costumbres indígenas, han evolucionado de una forma tan magnífica que han dado como resultado varias manifestaciones, todas ellas espectaculares, sobre todo en México, así como en otros países centroamericanos donde perviven con mucha fuerza.

ELABORACIÓN

Encontramos dos formas claramente diferenciadas de vergeles: los verdes, a veces denominados “triguillos”, y los amarillos dorados que sería la forma más genuina de vergel.

Los “vergeles verdes”, como su nombre indica, se elaboraban con semillas de cereal, especialmente trigo, y se sembraban en recipientes bajos e incluso en algunos algo más altos, siempre en presencia de luz para que la germinación se produjese de una forma natural, asemejando un pequeño campo con ese verde tan bonito del cereal en sus primeras fases. Estos vergeles verdes servían y eran ofrecidos para el monumento de Jueves Santo, lógicamente en primavera, por lo tanto se germinaban en sitios soleados y protegidos de las casas, pues todavía en esos meses de marzo y abril suele refrescar en nuestra zona.

Los “vergeles dorados” son los más habituales y frecuentes. Para su elaboración se usaban todas las semillas que al principio describíamos, ya fuese solo una especie o mezcladas entre ellas para conseguir un efecto más original y vistoso. Las semillas se ponían en recipientes, que en este caso, sí que se buscaba fuesen lo más bajos posible y se colocaban en lugares en absoluta oscuridad. Las informantes de la Venta del Moro comentaban que se ponían en las cuevas, sobre todo si se pretendía que germinasen en invierno. Otro dato importante era que se llegaban a regar con agua caliente para favorecer su germinación, e, incluso, se ponían bajo las camas en las habitaciones. Con todo esto se conseguía una germinación hilachada de color amarillo blanquecino casi dorado, tan peculiar, y que sin duda es la característica más destacable de estos vergeles. Según las semillas utilizadas alcanzaban mayor o menor altura, pero lo habitual es que creciesen bastante, cosa que era lo más frecuente, lo que hacía necesario el uso de pequeñas cañas o arquillos de alambre a los cuales se iban sujetando los brotes tiernos por medio de hilos o cintas.

Vergeles decorados a la manera tradicional para la Virgen de Loreto de Venta del Moro. Diciembre de 2014.

DECORACIÓN

Según todas nuestras informaciones, podemos encontrar dos formas perfectamente diferenciadas de presentación o decoración. Por un lado, están los germinados en verde, sobre todo los ofrecidos en Semana Santa, que o bien no se decoraban o sencillamente se ataban con una cinta que con mucha frecuencia era roja, si bien lo habitual en estos casos era dejarlos tal cual con el “vuelco” propio de los brotes verdes y altos, colocándolos en algunas ocasiones sobre peanas de madera u otros soportes para conseguir mayor altura y que se viesen y luciesen mejor.

En el caso de los amarillos, la cosa cambia mucho, pues aparte de que lo habitual era ofrecerlos a la Virgen o a los Santos, este ofrecimiento tenía un carácter más “festivo” y lucidor que las muestras más graves y sobrias de las fechas de Pasión. Además, está el hecho de que se utilizasen varillas y alambres como soportes, ofreciendo una estructura ideal para poder atar cintas y papeles de seda de colores, ya fuesen en forma de flores, cintas, pliegues, pompones y otras formas. Daban un colorido y una vistosidad que contrasta con el amarillo pálido de los brotes germinados. Por supuesto, la decoración quedaba en manos de la pericia, ingenio y gusto de la mujer que lo preparaba.

EXPOSICIÓN Y OFRECIMIENTO

Los vergeles una vez terminados en las casas se llevaban a la iglesia sin que hubiese, por lo menos que nosotros sepamos, ningún tipo de ritual para su traslado y recogida. Se llevaban individualmente por la mujer o las mujeres de la familia que tocaba y se colocaban si eran para Jueves Santo en el monumento y, posteriormente, a pie de altar para el día de Resurrección. Para otras festividades se ponían en el altar correspondiente o a los pies de la Virgen o Santo o bien a pie de altar. Allí quedaban depositados hasta que se deterioraban y eran destruidos. Es una ofrenda efímera que lo habitual era que no sobreviviese mucho. Comentaba antes que la elaboración de estos germinados rituales está ampliamente extendida por el área mediterránea y en Centroamérica, como una manifestación estrechamente relacionada con la Semana Santa. Es aquí donde encontramos la principal característica que nos diferencia del resto, ya que en la comarca de Requena–Utiel, al igual que los lugares antes mencionados, se hace en Semana Santa; pero, en nuestro caso específicamente, se mantiene también como una manifestación habitual y especial para otras festividades religiosas, especialmente la Virgen y los Santos patronos. Además, un detalle muy importante, es que, en este caso, los vergeles no necesariamente coincidían con el buen tiempo que favorecía la germinación, sino también durante el invierno, época en la que había que hacer un esfuerzo e ingeniárselas para conseguir esos vergeles bien bonitos, como muestra los elaborados para la Virgen de Loreto en la Venta del Moro en pleno mes de diciembre.

LOS VERGELES EN LA VENTA DEL MORO

De la Venta del Moro y sus aldeas hemos recogido varios testimonios muy interesantes sobre los vergeles (según parece también se les denominó en algunas aldeas de otra forma). Es importante tener en cuenta que aunque dejaron de elaborarse hace ya más de cincuenta años, todavía algunas mujeres nos cuentan como los hacían, pero la mayor parte de las referencias aquí y en el resto de la comarca es el recuerdo de cómo veían a sus madres, abuelas o tías hacerlos. Como comentaba al principio, estamos hablando de una costumbre ya perdida, muy popular y muy sencilla en sus formas que se consideraba una manifestación del pueblo, de una devoción agraria y que a partir de los años sesenta erróneamente se empezó a considerar sino irreverente, si un tanto vulgar, ya que se podían conseguir de fuera flores más bonitas para decorar. No olvidemos que aunque el simbolismo de los vergeles es muy antiguo y valioso, con el paso del tiempo se fue considerando tan solo un elemento decorativo para ciertas festividades. Posiblemente aquí radique el hecho de que en un periodo muy corto de tiempo se abandonase tan ancestral costumbre y apenas si se menciona posteriormente. Por esta razón, encontramos en la tradición oral pocas referencias, pero hemos comprobado que cuando se refresca un poco la memoria a nuestras madres y abuelas, surge enseguida el recuerdo de éstas y otras cosas.

En la Venta del Moro poseemos referencias del propio pueblo, así como de Casas de Rey y también de la zona del río Cabriel, concretamente de la aldea de la Fonseca o Casa del Pino. Nos aparecen las mismas características de otras poblaciones vecinas. Encontramos vergeles para los monumento de Jueves Santo, pero también para San Antonio de Padua en La Fonseca, para el Corazón de Jesús en Casas del Rey y, por supuesto, en la Venta donde se los hacían a su patrona la Virgen de Loreto, pero también para el día del Señor o Corpus Cristi. En lo referente a la elaboración y decoración encontramos todos los elementos antes mencionados. Aún así tenemos una interesante variante donde se nos comentaba que en la Venta para el día del Señor se hacían los vergeles más pequeños y no se les ponía ni cañas ni soportes.

No nos cabe duda que en la Venta del Moro y sus aldeas se realizaron vergeles de la misma forma que en los pueblos vecinos y coincidiendo en todos sus elementos con el resto de la comarca. Lamentablemente, esta singular costumbre se fue abandonando por una nueva forma de entender la decoración vegetal y floral en las iglesias que fue en detrimento de aquellas antiguas formas, más sencillas, pero no más elaboradas, con una gran carga simbólica y una forma de entender la ofrenda ritual de vegetales, mucho más próxima al propio mundo agrario, que es de donde procede y de una sociedad rural que al fin y al cabo era quienes lo ofrecían.

Sólo me queda desear que quede constancia de esta forma de patrimonio etnográfico de Venta del Moro y también albergar la esperanza de que algún día se pudiese recuperar como un elemento más de las manifestaciones populares y tradicionales de este pueblo. 

Relación de informantes y colaboradores;

Milagros Cárcel Ruiz de Venta del Moro.

Aniceta Martínez Fuentes de Casas del Rey.

Crescencia Pérez Roda de La Fonseca.

 

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

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