A través de las Respuestas
Generales venturreñas al "Catastro del Marqués
de la Ensenada" (1752), se analiza cuál era la situación
del pueblo y sus aldeas en aquellos momentos. El resultado es
una estampa muy diferente de la actual : 101 vecinos (454 habitantes
aproximadamente) residían en todo el término municipal
y la agricultura estaba dominada por el cereal, mientras que las
viñas eran escasas y el almendro y el olivo prácticamente
inexistentes. La ganadería y la apicultura tenían
una importancia mucho mayor y en todo el término no existían
ni tiendas, ni mesones, ni carnicerías, ni horno público
y en el pueblo sólo había 31 casas. Casi todos
los vecinos eran agricultores (propietarios y jornaleros) y además
trabajaban en el pueblo un sastre, un cardador de paños
y 5 tejedores. Los médicos, cirujanos, el cura y el herrador
venían de los pueblos vecinos. Sí que existía
una jabonería, una carpintería y una tejería.
Sin embargo, otras cosas permanecen casi igual, como era el problema
de los hielos en los almendros y olivos, el discurrir seco de
la Albosa o los pinos chaparros que poblaban y pueblan nuestro
término.
La historia nos ha legado un estimable documento que nos ayuda
a comprender cómo eran Venta del Moro y sus aldeas a mediados
del s. XVIII. El manuscrito a que nos referimos es el denominado
"Respuestas Generales al Catastro del Marqués de la
Ensenada" (1752), que, como su nombre indica, fue un censo
que en su día mandó realizar el mencionado marqués,
D. Zenón de Somodevilla y Bengoechea, ministro de Fernando
VI. El catastro se realizaba mediante una reunión con los
vecinos y cura del lugar, los cuales, bajo juramento, tenían
que responder a un exhaustivo interrogatorio de 40 cuestiones.
Venta del Moro pertenecía en aquel momento a la Corona
de Castilla, lugar dónde se aplicó el citado catastro,
sin que en el Reino de Valencia se llegara a confeccionar. En
el catastro se preguntaba por todos los detalles correspondientes
a nuestro término (extensión, vecinos, casas, oficios,
impuestos, cosechas, cultivos, colmenas, ganado, recursos forestales,
etc.), por lo que nos sirve actualmente como una fuente de información
privilegiada para saber cómo era en su momento Venta del
Moro. Sin embargo, a las cifras no hay que darles una fiabilidad
total, ya que lo que se buscaba con el catastro era imponer un
impuesto (la "Única Contribución") sobre
todos los bienes gravables, por lo que las respuestas de los vecinos
(igual que pasa actualmente con la declaración de hacienda)
tendían a minusvalorar sus recursos (cosechas, ganados,
etc.). Pero, dado el carácter público de los datos
y la rigurosidad del entramado burocrático que llevaba
la confección del citado catastro, los historiadores suelen
darle una margen amplio de fiabilidad.
El documento en sí son las respuestas generales que dan
una descripción global del pueblo. Aparte de este documento,
tiene que existir una declaración particular de cada vecino
en cuanto a su riqueza, tierras, casas, número de hijos,
ganado, criados, etc. Los vecinos de Los Marcos, Las Monjas y
Casas de Pradas sí que los encontramos en su día
en los Libros de Relaciones Particulares de Legos del Catastro
del Marqués de la Ensenada existente en el Archivo Municipal
de Requena, pero aún no poseemos las declaraciones individualizadas
de los vecinos de Venta del Moro y resto de aldeas, lo que nos
aportaría una visión muy minuciosa de todo el término
Para realizar el catastro, el juez nombrado para estas diligencias,
Juan Gabriel Tenrreiro, reúne al cura de Villargordo, Fray
Bartolomé García Cabello (que ejercía también
como cura de la Venta) y junto a éste se designa al alcalde
venturreño de la época, Juan López Luján
de 44 años ; los concejales Martín Blasco (44 años)
y Francisco Valiente (47); el fiel de fechos Francisco de la Cárcel
(40 años) y los vecinos Bartolomé Navarro (25),
Francisco Blasco (47), Blas Martínez (58), Juan Vicente
Ruiz y Miguel Navarro (62). Éstos, junto a dos agrimensores
o medidores de tierra, al parecer de Jaraguas, Bernardo García
(36 años) y Juan de Verlanga Ruiz (44), declararán
el 3 de mayo de 1.752 bajo juramento los datos acerca del pueblo
y aldeas que llenan los 194 páginas del manuscrito.
JURISDICCIÓN Y TERRITORIO.
En 1752, Venta del Moro aún era una aldea de Requena,
pero con un territorio más restringido que el que actualmente
posee, ya que los vecinos anteriormente mencionados declaran que
están dentro del territorio venturreño las aldeas
y caseríos de Jaraguas, Sevilluela y su dehesa, los Aldabones,
Alcantarilla, Casas del Rey y Casas de Moya y el propio Venta
del Moro. Pero, marca como pertenecientes a Requena los caseríos
del Cabriel, Fuente de la Oliva, las casas de Albosa y su dehesa,
Casas de Pradas, Las Monjas, El Boquerón, Muela Herrera,
Dehesa del Realeme, Casa Garrido, Los Marcos y El Renegado. Estas
aldeas y caseríos que hoy en día forman parte del
término municipal, sin embargo, sí que pertenecían
al territorio fiscal de la Venta (el cabezón de rentas
provinciales que se repartía entre el pueblo y aldeas),
por lo que no es extraño que con la independencia municipal
venturreña (en 1.836) respecto a Requena pasaran a formar
parte de Venta del Moro según práctica habitual
de la época.
Cita como límites del término la mojonera de Villargordo
en el Talayón de la Cruz ; seguía ceja adelante
guardando la Derrubiada para Requena hasta la Hoya de la Carrasca
donde se encontraba la mojonera de la Dehesa de la Albosa que
quedaba comprendida también en el término de Requena;
el linde continuaba hasta la Hoya de Casa Sola que quedaba dentro
de nuestro término; continuaba el linde ceja adelante hasta
la Ceja de Realeme, el Vallejo de la Bodeguilla, la Hoya de la
Becerra, el Camino Real de herradura a Madrid y, por último,
la Hoya de Sebastián, donde se encontraba la mojonera con
Villargordo y Fuenterrobles. Era, por tanto, un territorio mucho
más reducido que el actual, que excluía a las aldeas
y caseríos antes mencionados.
Según los declarantes, en circunferencia, todo el término
mediría 3 leguas (16´7 km. teniendo en cuenta que
la legua equivalía a 5.572 metros) y que a paso regular
se necesitarían 7 horas para realizarlo o diez mil pasos
o varas castellanas. Desde el este (mojón de la Dehesa
del Realeme) al oeste (Talayón de la Cruz) suponía
una legua de largo (5,5 Km.) y desde el sur (Puntal Merino) al
norte (Hoya de la Becerra) otra legua.
Con respecto a la jurisdicción, Venta del Moro era tierra
de "realengo", esto es, perteneciente al rey. En su
día, los pueblos podían pertenecer a un señorío
eclesiástico (a determinado convento, monasterio, etc.),
a un señorío nobiliario (condados, marquesados,
etc.) o bien, como era nuestro caso, al rey directamente. Era
una suerte ser un lugar de realengo, porque sobre éstos
recaían generalmente menos impuestos, cargas y exacciones
que sobre los señoríos eclesiásticos y nobiliarios
donde a los impuestos comunes a todos los lugares (diezmos, primicias,
alcabalas, millones, etc.) se les sumaba otros gravámenes
más fuertes que se recaudaban para beneficio del señor
del lugar (vasallaje, etc.)
VECINOS, CASAS Y ERMITAS
Según los declarantes, el término de Venta del
Moro (ahora sí con todas las aldeas que forman el actual
término municipal) estaría compuesto por 101 vecinos
en 1.752. El concepto "vecino" es un término
confuso de la época que no equivale al actual de "habitante".
Por "habitante" se entendía en la época
a los hoy llamados "transeúntes" y, sin embargo,
vecino equivale (no siempre, ni en todos los sitios) al cabeza
de familia. Dentro del concepto de vecino también se incluía
a los pobres, viudas y menores solos (en otros sitios eran computados
como medio vecinos o cuartos de vecinos). Tampoco vecino o cabeza
de familia equivale a una casa, ya que a veces 2 o más
familias vivían en una misma casa. Para obtener el número
de habitantes habría que multiplicar estos 101 vecinos
por 4,5, lo que nos daría un total de 454 habitantes aproximadamente
en 1752 (otros autores lo multiplican por 3,8 o 4 o hasta por
5). Este cifra contrasta con el Censo de Floridablanca (1787),
el más fiable que se hizo en el s. XVIII, que registra
ya un total de 1.138 habitantes en todo el término venturreño.
El s.XVIII es un siglo que se caracteriza en España por
el crecimiento demográfico, debido a la menor incidencia
de la mortalidad por peste y otras enfermedades y a una mejora
de la situación económica; pero en todo caso, estos
hechos no justifica el crecimiento tan elevado que se produce
entre los dos censos (de 454 a 1.138 habitantes en sólo
35 años), sino que lo justifica la elevada inmigración
de gentes procedentes de otros lares (La Mancha, Murcia, etc.)
que experimentó nuestra comarca en el s. XVIII.
Los 101 vecinos venturreños los podemos comparar con el
resto de pueblos de la comarca según el Censo de la Corona
de Castilla de 1.752 (aproximadamente) basado en los datos del
Catastro del Marqués de la Ensenada (aunque difieren de
él): Camporrobles tendría 190 vecinos más
5 miembros del clero ; Fuenterrobles 75 vecinos más 1 cura
; Caudete, 80 vecinos más 1 cura ; Villargordo, 164 vecinos
más 3 miembros del clero ; Requena 1.675 vecinos más
118 miembros del clero (aquí habría que restar los
vecinos de Los Marcos, Las Monjas, Casas de Pradas y caseríos
próximos) y Utiel 865 vecinos más 3 miembros del
clero. Por lo tanto, la correlación de habitantes de la
comarca no era la misma que ahora, ya que Venta del Moro era superado
por Camporrobles y Villargordo (actualmente dispone de más
habitantes que estos pueblos).
Venta del Moro pueblo, sin contabilizar aldeas, sumaba 36 vecinos
(unos 162 habitantes) lo que demuestra la entidad de pueblo que
iba adquiriendo si comparamos estas cifras con los 7 vecinos que
D. Jesús López Montoya da en 1579 ("El Lebrillo
Cultural", nº 4) o los 15 vecinos del Censo de 1699.
Entre las aldeas actuales, la más poblada era Casas de
Pradas con 12 vecinos (54 habitantes aproximadamente) más
otros 6 vecinos que moraban en caseríos próximos
(seguramente el factor del agua con la confluencia de las ramblas
Albosa, Bullana y Barranco Varejo tuvo su importancia en el desarrollo
de esta aldea). Jaraguas era la segunda aldea en importancia con
10 vecinos (unos 45 habitantes). Es decir, también se estaba
produciendo un proceso de crecimiento de las actuales aldeas venturreñas.
Las otras aldeas eran de menor entidad : Las Monjas y Casas de
Moya poseían 4 vecinos cada una, Casas del Rey tres y Los
Marcos sólo 2, aunque en esta última aldea también
poseían casa y tierras dos vecinos de Minglanilla y uno
de la Pesquera. Por tanto, estas últimas aldeas eran en
1.752 unos meros caseríos muy poco poblados que con el
tiempo ganarán en entidad. El resto de vecinos se repartía
entre los caseríos: 12 en el Cabriel y 18 en el resto de
caseríos del término.*1
Con respecto al número de casas, se registran para Venta
del Moro pueblo un total de 31. Todas ellas eran habitables, aunque
según el texto "muchas se habitan en bastante incomodidad
por su pequeñez y poca altura y porque son muy antiguas
y sus edificios están bastante quebrantados". 118
años después, según el Nomenclátor
de 1870, Venta del Moro pueblo ya contaría con 170 casas.
Para el resto de aldeas y caseríos no se nombra el número
de casas, pero según el número de vecinos nos podemos
imaginar el número de hogares que, excepto en el caso de
Jaraguas y Casas de Pradas, se reducían al número
de casas que puede tener un caserío actual. También
este catastro de 1.752 nos indica la existencia de 19 "teínas"
o cobertizos de ganado en todo el término municipal que
según el manuscrito estaban "fabricadas por los vecinos
que tienen posibles en sus proprias tierras para el albergue de
sus proprios ganados y el de otros vecinos que quieran encerrar
los suyos en ellas a fin de que por este medio pudran la paja
y hagan basura para el beneficio de la tierra de los dueños
de dichos edificios". Y siguiendo el texto "también
existen 5 pajares para cerrar la paja y que están separados
en las casas de sus respectivas habitaciones". También
se reseñaba la existencia de un "hoyo" para recoger
basura.
Con respecto a los edificios eclesiásticos, por otros
documentos publicados en "El Lebrillo Cultural" ya sabemos
de la existencia de la actual Iglesia venturreña, anexa
a la Iglesia Parroquial de Villargordo. Pero, además, el
documento menciona la existencia de otras dos ermitas. Cita en
Jaraguas la existencia de una ermita (su actual iglesia) que había
sido realizada pocos años atrás por los propios
vecinos. Según el texto : "hay una ermita que está
sita en las casas de Jaraguas con la advocación de San
Francisco Xavier y pocos años hace la fabricación
a sus expensas los dichos moradores en dichas casas para tener
misa los días de fiesta y no tiene dotación alguna,
si sólo aquellos vecinos pagan las limosnas de las misas
y están obligados a los reparos y demás gastos que
se ofrezcan para su conservación y a tenerla surtida de
los ornamentos necesarios, cera, aceite y demás que ocurra
y en ella no hay pila, ni reservado". También cita
otra ermita en Los Marcos, ya que afirma que Alonso Martínez,
vecino de la aldea, llevaba en arrendamiento las tierras que pertenecían
a la dotación de la ermita de Los Marcos, sin dar más
información sobre ella. No menciona las ermitas de Casa
lo Alto y Santa Bárbara (en esos momentos no eran formalmente
territorio venturreño) que aparecen en el mapa de 1798
publicado en el nº 1 de "El Lebrillo". Sí
señala que no existían conventos.
Lugar | Nº de vecinos |
Venta del Moro | 36 |
Jaraguas | 10 |
Casas de Moya | 4 |
Casas del Rey | 3 |
Las Monjas | 4 |
Los Marcos | 2 |
Casas de Pradas | 12 |
Sevilluela | 3 |
Los Aldabones | 2 |
Alcantarilla | 1 |
Casa Segura | 1 |
Los Vallejos | 1 |
Albosa | 2 |
Casa lo Alto | 2 |
Muela Herrera | 1 |
Los Antones | 2 |
Pedriches | 1 |
Casa Garrido | 1 |
Tamayo | 7 |
Los Cárceles | 4 |
Vadocañas | 1 |
Fuente de la Oliva | 1 |
Total Vecinos | 101 |
OFICIOS
En primer lugar, señalar que todo el vecindario pertenecía
al estado llano, es decir, que no residía ningún
noble o hidalgo. No obstante, el que ningún vecino fuera
noble no presupone que no hubiera tierras pertenecientes a familias
nobiliarias afincadas en otros lugares (Requena por ejemplo).
Tampoco residía ningún cura, siendo que los oficios
religiosos eran celebrados por el cura de Villargordo (Bartolomé
García Cavello). Además, dos vecinos eran calificados
de pobres de solemnidad.
Como es de esperar, la mayoría de la población
se dedicaba a la agricultura y la ganadería de la que posteriormente
haremos relación. Casi todos trabajaban sus tierras, ya
que sólo menciona la existencia de 5 jornaleros, que ganaban
el día que trabajaban, 4 reales (dos en dinero y dos en
comida). El comercio y hostelería brillaba por su ausencia,
ya que señala que no hay ni tabernas, ni mesones, ni tiendas
(hornos, carnicería) y, que de esta manera, los vecinos
que podían mataban sus propias reses y los que no podían
se surtían de Villargordo, Utiel y Requena. Por tanto,
la supuesta venta que da origen y nombre a nuestro pueblo ya no
existía. Los únicos hornos existentes eran privados,
ya que según el texto "sólo hay pocos hornos
contiguos a las casas de la morada de estos vecinos y por ellos
no tienen utilidad más que la de cocer el pan que necesitan
para el gasto común de sus familias respectivas".
Tampoco había cambistas, mercaderes al por mayor ni profesionales
de la rama sanitaria (médicos, cirujanos, boticarios).
El médico era el de Utiel, D. Francisco Valero, y a Jaraguas
venía D. Andrés Sanglada desde Camporrobles. También
venían de Villargordo y Utiel dos cirujanos que cortaban
la barba, sangraban y curaban a vecinos de Venta del Moro y Jaraguas.
En el sector textil trabajaba un peraire o cardador de paños
que cardaba sólo la mitad del año ganando 4 reales
al día (2 en dinero y 2 en comida). Además, existía
un sastre y 5 tejedores que ganaban lo mismo que el anterior,
pero trabajaban en su oficio dos terceras partes del año.
El herrador vivía en Requena. Lo que sí existía
en la Venta era una jabonería, una carpintería y
una tejería. En el catastro se pregunta por otra clase
de oficios los cuales no eran ejercidos por ningún vecino
: artistas, pescadores, marineros, militares, etc. También
responden que no existían en el término ni minas,
ni salinas, ni molinos harineros o de papel, siendo extraño
la no presencia de ningún molino, así como el no
reseñar el aprovechamiento de las salinas de Jaraguas.
CULTIVOS
Siguiendo el Catastro, como era de esperar, el cultivo principal
de la zona (y de toda España) eran los cereales, básicos
para la agricultura de subsistencia o de autoconsumo (se vivía
de lo que se sembraba y el resto era para el ganado). La dieta
principal de la época estaba monopolizada por el cereal.
El mapa venturreño de cultivos de 1.752 era muy diferente
al actual. En aquellos tiempos, el trigo, avena, cebada y centeno
eran los reyes (96% de las tierras cultivadas) y, sin embargo,
la viña sólo suponía el 0,5 % de la tierra
cultivable, y el almendro y olivo estaban prácticamente
ausentes de nuestra agricultura. El resto de productos agrícolas
estaba constituido por el cultivo minoritario de azafrán,
cáñamo, garbanzos, guijas y un poco de hortalizas.
Calculan en 4.490 almudes las tierras labrantías (tierras
cultivadas o susceptibles de aprovechamiento forestal o pasto),
es decir, unas 1.436,8 hectáreas (3,125 almudes equivale
a 1 hectárea). En este punto hay que advertir que las tierras
de Casas de Pradas, Las Monjas, Los Marcos y caseríos del
Cabriel no figuran en esta declaración del catastro, encontrándose
declaradas en el Catastro de Requena. De estas 1.436 hectáreas
de tierras labrantías habría que restar 41,6 hectáreas
que son tierras de quinta calidad y, por tanto, que sólo
sirven para pasto y no para roturar, con lo que la superficie
cultivada ascendería a 1.395`2 hectáreas. Estas
tierras labrantías suponían una parte muy reducida
del término, ya que una gran parte del término municipal
era imposible de cultivar con las técnicas antiguas y aún
con las modernas debido a su montuosidad.
En la declaración indican que las tierra de regadío
eran muy pocas, debido, según el texto, a que el "riego
no es fijo porque sólo le tienen en los años muy
húmedos o cuando suceden recios temporales, en cuyos tiempos
corre el agua por la rambla y en los demás del año
está seca y enjuta". Es decir, que, como actualmente
pasa, la Albosa sólo llevaba agua cuando llovía
mucho y generalmente se encontraba seca por el pueblo, lo que
nos demuestra que no es éste un fenómeno nuevo traído
por el cambio climático. En estas huertas se plantaban
hortalizas como: acelgas, coles, ajos tiernos y también
está documentada la plantación de cáñamo.
Estas hortalizas eran para consumo propio y, cuando se necesitaban
verdura, se surtían de las huertas de Utiel. También
se aprovechaban algunas hectáreas de regadío para
plantar trigo y cebada. Las tierras de regadío eran computadas
como de primera calidad y ascendían a 8,4 hectárea,
es decir, sólo el 0,5 % de las tierras labrantías.
En los caseríos del Cabriel también se citan los
cultivos del cáñamo, maíz, bajocas, verduras,
garbanzos y guijas.
El resto de tierras cultivadas eran de secano y estaban en gran
parte dedicada al cereal como el trigo, centeno, cebada, avena.
En menor medida, también se cultivaba viña, azafrán,
garbanzos y guijas. Las tierras se medían según
sus calidades. Así las tierras de primera calidad suponían
190 almudes (60,8 hectáreas o el 4,2 % de las tierras cultivadas)
y se sembraba un año y otro se dejaba de hueco. Se aprovechaban
para el cultivo de trigo (90%) y cebada (10%). Los años
de hueco se aprovechaban en parte para sembrar garbanzos. Las
tierras de segunda calidad también eran sembradas con un
año de hueco y ascendían a 802 almudes (256 ha.
o el 17% de las tierras labrantías), siendo aprovechadas
para la plantación de trigo (33%) y centeno (66%). En el
año de hueco se sembraba esporádicamente guijas
(complemento básico para las gachas). Las de tercera calidad
se declaraban 1.820 almudes (582,4 hectáreas o el 40% de
las tierras labrantías). En estas tierras en 16 años,
sólo se obtenían 2 cosechas de centeno y una de
avena, mientras el resto de los años descansaba la tierra.
Las de cuarta calidad suponían el 33% de las tierras labrantías
y en 64 años sólo se obtenía una cosecha
de trigo, otra de centeno y una de avena y cuando no se roturaban
se poblaban de salvia, espliego, pinos y sabinas. Por último,
estaban las de quinta calidad que eran imposibles de cultivar
por su montuosidad y sólo eran aprovechadas para pastos,
veredas particulares, abrevaderos de ganado y el camino real.
Estas tierras incultas suponían unos 130 almudes, es decir,
41,6 hectáreas o el 2,9 % de las tierras labrantías.
Por supuesto, a estas tierras incultas había que sumar
todo el resto del término municipal que estaba cubierto
de monte.
La viña ya estaba presente en nuestro término,
aunque no tenía ni mucho menos la importancia actual. En
total se hablan de 23 almudes de viñas en tierras de segunda
y tercera calidad, lo que suponía sólo un 0,5 %
de las tierras de cultivo (7,3 ha.). Esto era lógico en
un tiempo en que se sembraba para el autoconsumo (el vino era
parte fundamental de la dieta) y por tanto no se cultivaba con
el afán de vender.
Otro cultivo minoritario presente es el del azafrán (desaparecido
hace pocos años de nuestro término) y del que en
1.752 se registraban 3,7 hectáreas (11 almudes y 5 celemines),o
sea, suponía sólo un 0,1% de la tierra labrantía.
Los frutales casi brillaban por su ausencia. Los declarantes afirman
la existencia sólo de nueve nogueras más algún
almendro plantado por la viña. Comentan, como pasa actualmente,
que estos frutales junto con el melocotonero, olivo e higueras
no se desarrollan casi por los problemas de los hielos y los animales,
que se comen su fruto.
Comparación de cultivos entre 1.752 y 1.999
Los gráficos nos demuestran claramente cómo ha
cambiado el mapa agrícola venturreño en estos 247
años. La agricultura de subsistencia típica de la
época basada en el cereal contrasta con la situación
actual de una agricultura comercial fundamentada en la viña
y secundariamente en el almendro y el olivo. La superficie cultivada
era mucho menor entonces que en nuestros días en que ocupa
un 38% del total del término municipal. También
en la actualidad se ha incrementado la presencia del regadío
(un 6,7% del total de la superficie agrícola) debido a
los nuevos métodos de irrigación (riego por aspersión
en fincas de la Derrubiada y el riego por goteo de viñas
y almendros). Sin embargo, en 1.752 la presencia del regadío
era testimonial (un 0,5% de la superficie agraria), aprovechando
las fuentes y la rambla en los años que llevaba agua.
En 1.752 la presencia del cereal era apabullante (96,3%) frente
a la situación actual donde sólo ocupa un 3,8 %.
La viña en 1.752 sólo representaba un 0,5% de la
superficie agrícola y hoy supone un 65,6% de la superficie
total agrícola. El almendro y el olivo eran casi inexistentes
en 1.752 y hoy ocupan entre los dos el 19% de la superficie agraria,
a los que hay que añadir una escasa presencia (0,7%) de
otros frutales (manzano, cerezo, melocotón, ciruelo, nogal).
El azafrán que en 1.752 ocupaba un 0,2% de la superficie
agraria hoy sólo tiene una presencia testimonial y raquítica
en alguna huerta. En 1.999 también encontramos un 3,7%
de la superficie agraria dedicada a leguminosas y hortalizas como
veza, yeros, sandía, melón, tomate, patata tardía
y cebolla. En estos gráficos no se contabiliza la superficie
forestal o no agraria (pueblos, ríos, barrancos, etc.)
y cuando se habla de inculto o barbecho son superficies agrarias
no cultivadas, pero susceptible de serlo.
APICULTURA Y GANADERÍA
Las colmenas suponían un recurso más de los venturreños
de la época. Se calculaban un total de 450 colmenas de
corcho que eran detentadas por 11 vecinos. Estas colmenas eran
trasladadas a las Sierra de Moya y Cuenca en verano y a Valencia
en invierno, costando en ambos casos 5 días el viaje. Sólo
en primavera y otoño se mantenían en nuestro término
y en el de Requena.
La ganadería era otro de los recursos que explotaban los
venturreños de entonces. Los declarantes cifran en 2.000
las cabezas de ganado lanar, pero advierten que todo el ganado
es churro (de lana mucho más basta que la raza merina)
y de carácter estante y "riberiego", es decir,
que pastaba en la zona y no era transhumante. Cada vecino se esquilaba
sus propias ovejas, ya que por la baja calidad y cantidad de lana
al ser ganado churro y dejarse gran parte de los vellones en las
matas no tenía razón la existencia de ningún
esquilador. Habían unas 1.500 cabezas de cabras (hoy sólo
quedan montesas), y, sin embargo, sólo se cifran en 30
los cerdos grandes y 1 pequeño (lo que parece poco teniendo
en cuenta la importancia actual que tiene el cerdo en la gastronomía
venturreña). El ganado caballar era utilizado para las
labores de labranza, acarreo de aperos, ir al molino, etc. y no
como lo que es denominado "caballos de regalo" o "mulas
de coche". En total, se habla de 22 machos, 9 mulas, 8 muletos
y muletas cerriles, 60 jumentos y 17 burruchos y burruchas. Sorprende
la minuciosa descripción de las calidades de ganado caballar.
El ganado bovino se reducía a 5 vacas y una ternera que
se utilizaban para labrar. También el ganado bovino era
utilizado, según se documenta, para el acarreo de nieve
en verano (la nieve se guardaba en neveras naturales o pozos para
su consumo en verano). Uno de los sitios de pasto del ganado era
la dehesa de Sevilluela, que ocupaba 224 hectáreas (700
almudes) y era arrendada por la villa de Requena del 15 de agosto
hasta el final de marzo y el resto del año servía
de pasto común para todos los vecinos.
EL MONTE
Poco cambian las cosas en este apartado, ya que el monte estaba
poblado de pinares, los cuales eran descritos como pinos "chaparros"
cuya madera no servía como material de construcción,
sino sólo de leña para las cocinas o para hacer
estacadas y hormas en los hondos. También reseñan
la existencia de encinas que se criaban en terrenos de particulares
como refuerzos de los ribazos, sin que se aprovechara la bellota.
Sólo el albergue de ganados y el pasto eran las utilidades
del bosque. También se nos habla de tierras de barbecho
que se poblaban de salvia, espliego, pinos y sabinas.
IMPUESTOS
Como ya hemos dicho, con este Catastro se pretendía modernizar
el régimen fiscal y sustituir la gran cantidad de impuestos
pequeños que había en la época por un único
impuesto que pagara todo el mundo de acuerdo con su riqueza y
sin admitir las exenciones tradicionales del estamento privilegiado.
Era un intento de la Ilustración de acabar con los impuestos
y privilegios de carácter feudal y tener una administración
más racional ; sin embargo, en un primer momento, no se
llegaría a aplicar la llamada "Única Contribución"
por la resistencia de las clases privilegiadas. Hasta el momento,
Venta del Moro no se podía quejar de los impuestos que
pagaba. Al ser tierra de realengo no tenía que pagar los
impuestos feudales de los terrenos de señoríos.
También, debido a que la administración municipal
no existía como tal (aún era una aldea de Requena),
no tenía que pagar por mantener los cargos de justicia,
ni de regidor ; ni existía ningún impuesto o sisa
municipal ; ni tampoco pagaban por empedrado de calles, pozos
comunes o por la fiesta del Corpus, que no se celebraba. Además,
no existía deuda municipal o censos que cargaran al pueblo.
Así, se pagaba según un reparto de impuestos del
llamado cabezón de rentas provinciales (alcabalas, impuesto
de millones, etc.) que alcanzaba un total de 1.919 reales de vellón
y era administrado por la Villa de Requena y en el que se incluía,
ahora sí, a todos los vecinos del territorio actual de
Venta del Moro. Estos eran los impuestos más onerosos para
los vecinos.
Por supuesto, la Iglesia también gravaba a los vecinos
con sus diezmos y primicias. El diezmo era recaudado por el Obispo
de Cuenca y ascendía a la décima parte de lo que
se cosechaba y suponían al año 405 fanegas de cereal
(la fanega de trigo eran 42 kilos y la de avena 30). Las primicias
suponían la undécima parte de la cosecha y este
impuesto era recolectado por el cura de Villargordo y su total
ascendía al año a 1.263 reales y medio. Además,
también se recolectaba el denominado Voto de Santiago,
que suponían 2 celemines de trigo por cada par de arada
e iba destinado a la Iglesia del Santo Apóstol en Santiago.
Otros impuestos son los que se pagaban a la Mesta (30 reales)
y los 31 reales y 24 maravedíes que pagan por educación
y crianza de niños expósitos (abandonados) y por
la renta del aguardiente.
Con esto, finalizamos la visión que nos proporciona el
manuscrito del "Catastro del Marqués de la Ensenada"
sobre un Venta del Moro y aldeas en plena formación y expansión.
*1 Nota al margen: En otro censo elaborado a partir de las respuestas
particulares de este mismo catastro, nos da para Venta del Moro
(se supone que sin las aldeas de Las Monjas, Los Marcos, Casas
de Pradas, caseríos del Cabriel y otros caseríos
próximos a estas aldeas) un total de 77 vecinos más
1 cura. Los 77 vecinos (346 habitantes aproximadamente) los dividía
en : 50 vecinos pecheros, 6 jornaleros pecheros, 6 viudas pecheras,
1 viuda pobre de solemnidad y 14 menores bajo tutela pecheros.
En total juzgaban que eran 63 familias más 1 clero. Se
decía "pechero" a aquel que estaba obligado a
pagar impuestos (los nobles, el clero y los pobres estaban exentos
del pago de tributos).
Lebrillo 12